Las
pasadas elecciones de 24 de mayo fueron municipales y autonómicas, pero
en cuarenta y ocho horas quienes han tomado contacto directo han sido
los cuatro dirigentes principales de las cuatro principales formaciones
políticas y lo han hecho de modo típicamente español, comiendo. Las
llamadas comidas de trabajo. Comenzaron la ronda Rivera y Sánchez
a una hora algo intempestiva para el almuerzo por lo que se supone que
solo habría café y pastas. Rivera se fue luego a La Moncloa a compartir
mesa y mantel con el actual inquilino del inmueble. Este recibió al día
siguiente a Sánchez, también a la hora del almuerzo y Sánchez se
trasladó más tarde para cenar con Iglesias. Solo queda que Rivera e
Iglesias almuercen juntos igualmente, para preparar un debate
televisivo, por ejemplo. No tengo tan cierto que vaya a haber encuentro
gastronómico entre Iglesias y Rajoy más que nada por falta de cintura de
este. Si la tuviera invitaría al de Podemos a una terraza de un Cien montaditos, un lugar ideal para explicarle sus ideas de cómo salir de la crisis.
Los
españoles resuelven sus asuntos comiendo. Se fundan partidos en
tabernas, se conspira en restaurantes. La comida y la bebida andan
siempre cerca. Más de un pacto se ha firmado ante un buen cochinillo,
regado con abundante vino. La experiencia demuestra que, cuando la gente
se acostumbra a comer bien, modera su discurso político, reduce su
radicalismo. O este se reduce solo. Estos encuentros, cara a cara, sin
micrófonos no son conciliables con los firmes declaraciones de los
emergentes de impulsar la publicidad y la transparencia de las
decisiones políticas. Negociaciones, sí, dicen los de Podemos de
Andalucía, pero con las cámaras grabado y los micrófonos encendidos. Eso
con los almuerzos hispanos casa poco.
Además estos encuentros y comidas de tanteo entre los líderes son inútiles porque su capacidad para establecer normativas como lineas generales
de los respectivos partidos en toda España es relativa. En algunos
casos los políticos locales aceptan las normas generales de la
dirección; en otros, no. Porque cada nivel de gobierno en España es un
mundo. Los socialistas andaluces están casi en estado de rebeldía frente
a los españoles. Aguirre frente a Rajoy y a todos los demás dirigentes
de su partido y también Podemos y C's registran sobresaltos en su
interior, disensiones y críticas. Los dirigentes pueden comer lo que
quieran. Luego, sus gentes en los diferentes lugares, harán lo que les
parezca en función de las condiciones específicas del sitio, que no
tienen por qué coincidir con las de otro.
Hay
que constituir 8.000 gobiernos locales, más las correspondientes
diputaciones provinciales (que suelen olvidarse) más 13 comunidades
autónomas. Es evidente que va a caer mucho cochinillo y abundante vino
tinto. Y mucho conciliábulo, y mucha presión, y juego sucio y escándalos
mediáticos de todo tipo. En estas administraciones que ahora se
renuevan se concentra gran parte del poder mafioso de tramas delictivas
que llevan veinte años actuando y falseando toda la realidad política
del país. Financiados con dineros de la Gürtel o de la Púnica o de
Sebastopol, los triunfos del PP son ilegítimos por ilegales. El propio
gobierno lo es.
Pero ustedes sigan comiendo. Hagan La grande bouffe.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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