CIEZA.- Un joven de Cieza ha presentado una
denuncia en el juzgado de guardia de esta ciudad en la que asegura haber
sido víctima de «serios y continuados abusos sexuales» por parte del
sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de esta
localidad. Los hechos, según recoge la denuncia de la que se hace eco el
periódico Religión Digital, ocurrieron cuando el joven
tenía 12 años y era monaguillo y, al parecer, se prolongaron entre los
años 1999 y 2003.
En su denuncia, Ignacio asegura que estos
abusos y agresiones se cometieron «bajo engaño y posición dominante» del
sacristán, que «premiaba o castigaba a los niños, según fueran o no
complacientes con sus aberraciones sexuales».
Entre los abusos sexuales
que relata en su denuncia, se cuentan «tocamientos,
masturbaciones, eyaculaciones en el cuerpo, rozamientos desnudos,
fotografías desnudas, etc, todo ello con el empleo de la fuerza por
parte del sacristán».
A cambio, según relata este diario, que recoge la
denuncia del monaguillo, les daba «regalos y dinero» o les ofrecía
«puestos de relevancia en el altar e invitaciones a su casa de la
playa».
El sacristán en cuestión, que el denunciado describe como
«el verdadero administrador de la parroquia, ya que él manejaba la
economía de la misma, disponía de los cepillos y dirigía los grupos de
laicos», no sólo abusó del joven según éste, sino también de otros
niños, por lo que decidió comunicar lo que pasaba a su madre, que era
catequista. Ésta contactó a su vez con otros padres, siempre según el
relato del jóven, quienes les confesaron que sus hijos también habían
sido víctimas de abusos.
Ante esta situación, los padres
comunicaron lo que ocurría al párroco de La Asunción quien, según relata
la denuncia, les hizo saber que ya conocía esta situación al tiempo que
les pedía que dejaran el tema en sus manos «que él lo arreglaría» y les
pedía silencio.
Pero, ante la inacción del párroco, cuenta el jóven, éste puso los hechos en conocimiento del Obispado de
Cartagena-Murcia, ante el vicario general, Juan Tudela, que puso en
marcha un proceso que tuvo, como primera consecuencia, según el relato
de los hechos, el despido del sacristán.
Meses después, el Obispado
informaba al joven de que, por resolución de Roma, el sacerdote había
sido condenado por encubridor y que abandonaría la parroquia, pero, a
día de hoy, se lamenta, el cura sigue en su puesto. Se ha intentado, sin éxito, recabar la versión del Obispado de Cartagena al respecto.
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