El sondeo de la SER es otra pedrada en
esta piscina de barómetros, encuestas, vaticinios e informes de la
política española. Podemos sigue en cabeza, pero pierde puntos; el PP se
mantiene de segundón, pero baja; el PSOE sube pero solo décimas. Todo
son "peros". Se consolida la opción Ciudadanos en un codiciado
cuarto puesto, mientras Rosa Diez se muerde los nudillos e IU (penúltimo
acto de esta tragedia shakesperiana de celos, traiciones y venganzas),
se va por el sumidero de la historia. Ninguno de los dos supera la
barrera electoral y quedan fuera del Parlamento. El acta al que ha
renunciado Tania Sánchez tenía los meses contados.
En
su tercer puesto, el PSOE aguanta bastante bien el efecto sifón de
Podemos. Escila ya no atrae tanto; veremos si tampoco lo hace Caribdis.
El radicalismo de Podemos se ha tragado a la anquilosada IU, pero no al
PSOE. A ese modesto porcentaje que toca a los socialistas habrá que
sumar el de la espiral del miedo.
El
radicalismo no hará ya más efecto del que ha hecho en el PSOE. Ahora se
le retará en el campo de la viabilidad, de la práctica, del realismo y
la eficacia. Iglesias ha ido a asesorarse con Stiglitz. Esa visita va a
dar para mucho. Los economistas domésticos, los patriotas, sean o no
economistas, objetarán. La intención es clara: quitarse la aureola de
simpáticos pero disparatados, utópicos e irresponsables y revestirse de
la autoridad de una opinión experta contraria a los criterios del
austericidio.
Ignoro
qué efecto tendrá esta finta, pero el problema de Podemos no es
fundamentar teóricamente sus propuestas sino mostrar la capacidad de
llevarlas a cabo en términos organizativos y de recursos humanos.
Añádase que las próximas elecciones de mayo van a poner a prueba esa
capacidad. Ya lo están haciendo con las primarias y otros preparativos
que no son muy lucidos. La participación es muy baja y los resultados,
en algunos lugares, difíciles de gestionar.
No
importa. La cuestión no es facilitar un entendimiento de las
izquierdas. Está incluso implícitamente dicho en la insistencia en la
llamada unidad popular. La cuestión es ejercer la hegemonía, invertir las tornas. Y hacerlo ya. Para lo cual hay que ir de frente, al cuerpo a cuerpo.
Y
si, ¿a pesar de todo, o precisamente a causa de ese todo, no se
consigue? Habrá que esperar a la siguiente ocasión, dentro de otros
cuatro años.
Es una cuestión de tiempos. Los de Podemos traen, según parece, un proyecto de reforma radical, un proceso constituyente,
nada menos. Conseguir una mayoría a favor de tal cosa es muy arduo.
Planteada la opción como todo o nada, es más probable la nada. Pero no
es la nada. Son cuatro años más de gobierno de esta derecha. Cosa que
tampoco es grave para los de Podemos que hablan mucho del cambio
generacional porque traen sus propios proyectos vitales, además de los
de reformas. Se trata, al parecer, de dirimir un viejo contencioso de la
izquierda consigo misma y de celebrar un sorpasso al estilo griego, haciendo del PSOE un PASOK e imponer una hegemonía de la verdadera izquierda con vistas a... ¿qué? A otro bipartidismo imperfecto.
El
inconveniente es que esos proyectos vitales pueden no coincidir con los
tiempos de muchas otras gentes que no dan un ardite por la hegemonía de
nadie pero no les gusta la idea de estar gobernadas cuatro años más por
esta derecha inenarrable, que va a ponernos a todos a rezar el rosario
en familia. Y ahí está la fuerza sobrevenida del PSOE.
La fuerza del mal menor.
(*) Profesor de Ciencia Política en la UNED
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