Por una vez Palinuro está de acuerdo con Julio Anguita. En parte. Él no
lo expresa así. Cuando leyó la entrevista con el excoordinador de IU ya
tenía redactado el título Podemos y la Historia. Para Anguita la
historia ha dado la oportunidad a Pablo Iglesias. Para Palinuro, a
Podemos. La discrepancia no es menuda, pues se refiere al sujeto.
Anguita, con una visión más caudillista, se refiere a la personalidad;
Palinuro, más colectivista, a la multitud. Marx enseña que la historia
la hacen los hombres pero, añade, en condiciones determinadas.
Determinadas... y determinantes.
Anguita, que es noble, se identifica
con Pablo Iglesias. Y la historia ¿no le dio la oportunidad? Lo que no
le dio fue las condiciones. No le dio las multitudes, mediante las
cuales la personalidad hace la historia. Y sí se las ha dado a Pablo
Iglesias. La historia de la razón no tiene por qué coincidir con la
razón de la historia.
Pero
bueno, lo esencial es que aparece la conciencia de que la Historia está
a la puerta. Los de Podemos la tienen y la irradian. Por eso han
convocado esa Marcha del cambio
que ven como un hito más en un proceso de cambio histórico y, si este
término resulta en exceso vago, de cambio de época, de nuevo giro
copernicano en el que la democracia, en lugar de pivotar sobre los
poderes no electos, lo haga sobre la ciudadanía.
Si
un giro copernicano no es historia, no sabemos qué lo será. Pero sí lo
sabemos. Lo sabemos tod@s. No solo l@s de Podemos. Tod@s. Especialmente
los dos partidos dinásticos y el conjunto de instituciones oficiales y
oficiosas en el que han amurallado. En ese baluarte hay la misma
conciencia de giro histórico que en el exterior y desde él ha comenzado a
armarse un poderoso frente anti-Podemos que frene su avance y, a ser
posible, destruya la empresa. A ese frente, en el que, bien se ha visto,
se recurre literalmente a todas las armas, ardides, triquiñuelas,
provocaciones y mentiras en un espectáculo diario de juego sucio
indignante, se han sumado en los últimos días dos unidades combatientes
de distinto peso. De un lado, El País, del otro el presidente del gobierno.
El País
no desdeña ya sumarse a las denuncias de escándalos no suficientemente
probados y con tintes de amarillismo. Además, ha decidido emplearse a
fondo en una especie de deconstrucción de Podemos. Parece
habérselo encargado a sus columnistas más brillantes. Así, ha publicado
tres piezas seguidas de John Carlin, la última de las cuales se titula La religión por otros medios,
tan inteligente y brillante como su título y como las otras dos. Es una
acertadísima disección de Podemos, con sus virtudes y defectos,
abundancia de defectos, cierto. Pero deja de lado algo importante:
Podemos es una realidad (hace un año todo lo más era una quimera) viva,
cambiante, on the go, in fieri. Se está haciendo, está
ocupando el espacio público. El mediático y la calle. El 31 se verá.
Pero lo importante es que, frente a él, no hay nada. Carlin lo reconoce
al no dar papel al partido socialista y admitir que Rajoy no es
adversario.
Pero se ha sumado. Mejor fuera que no lo hiciera. Vino hablando de adanes,
un término pintoresco que delata una mentalidad momificada. Y ahora se
enfrenta a la amenaza de giro copernicano, cambio histórico, subrayando
el valor de la estabilidad, la paz, la quietud, la vida cotidiana y la
seguridad de que mañana habrá pan en los supermercados. El discurso del
miedo al caos. Aparte de su cobardía y necedad. ese discurso tiene un
defecto mortal: que es falso. No hay una contraposición de la
estabilidad al caos sino del caos real al caos imaginario.
Hace
ya siete años que los ciudadanos vivimos en una situación de caos,
disfrazado de crisis económica para difundir la idea de que es
transitorio cuando es permanente y estructural. Sin duda hay una crisis
económica, probablemente provocada por la codicia y la ineptitud de las
élites económicas. Pero esto no hace al caso. Nada tienen que ver con la
crisis económica la corrupción generalizada, los abusos de los
políticos, la venalidad de la administración, la perversión de la
justicia o el uso de los medios como aparatos de propaganda. Si los
ciudadanos no saben si los medios los manipulan, los gobernantes les
mienten, los funcionarios les roban o los jueces prevarican, la
sensación es de desamparo y caos. Como, además, no llegan a fin de mes,
esa sensación se torna en indignación. Y las multitudes salen a la
calle.
Así lo
hicieron el 15M. Y si, en ese momento, hay alguien capaz de encarnar la
indignación, darle un sentido, convertirla en un instrumento de acción,
ese alguien puede cambiar la historia. Ahí es donde está la
personalidad de Iglesias, a quien nadie da nada, sino que es capaz de
convertir las ideas -o la indignación- en una fuerza material. Algo que
los demás no consiguen hacer y la prueba es que el país está lleno de
aspirantes a hacerlo, presentes y pasados. Pero no saben. O no pueden.
Dos
últimos puntos: 1º) comprendo que a los españoles nos encantará que, si
hay un cambio histórico, lo sea en toda España, Cataluña incluida. Pero
los signos son que Cataluña -al menos el nacionalismo catalán- ha
optado por hacer su propio giro copernicano. Se plantea pues la cuestión
de qué tiene que decir Podemos al respecto. Y es difícil porque aquí
Podemos sí tiene alguien enfrente, el independentismo, cuyo discurso no
es el de las vaciedades del caos o el del atolondramiento del PSOE sino
el de la aurora nacional.
El
2º) punto hace referencia al PSOE. No es una buena idea cerrar filas
con el frente antiPodemos. No está en su naturaleza ni en su interés
actual. La alianza con el PP -ayer se firmó el acuerdo sobre la
retrógrada reforma del Código Penal- es suicida porque se basa en la
idea de que el bipartidismo fucionará cuando lo cierto es que, si lo
hace, será a costa de los socialistas. Un caso obvio en el que te buscas
la ruina si consigues lo que pretendes. Con un PSOE desdibujado, si hay
que votar entre dos, los dos son PP y Podemos.
Encontrar
un punto intermedio entre ambos es muy difícil, sobre todo porque no
puede ser intermedio o equidistante. El PSOE no puede estar a la misma
distancia de Podemos que del PP. Encontrar sin embargo, un lugar
distintivo propio es vital y eso no se hace a base de acuñar consignas
de mítines, aunque sus resultados sean consignas de mítines. Los
socialistas tienen que reflexionar, pero tampoco con tanta parsimonia
que les pase la historia de largo por la puerta de su casa.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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