La
legislatura ha terminado. Queda menos de un año para dar la vuelta a la
opinión pública sumamente negativa que hemos acumulado en los tres
anteriores. Y eso va a ser un trabajo. Los barómetros del CIS parecen
hechos en una checa. Y luego dicen que manipulamos los datos. El 80% de
la población no confía en mí y ni yo ni ninguno de mis ministros, salva
fugaz excepción, ha merecido un aprobado de la ciudadanía.
No,
no nos queda tiempo para gobernar. Tampoco es que en los tres años
anteriores lo hayamos hecho mucho. Apenas hemos tenido tiempo. Entre
cumplir las órdenes de Berlín/Bruselas, las de la Iglesia, la patronal y
la banca y defendernos como hemos podido de las acusaciones de
corrupción que nos llovían y nos llueven, se nos ha ido la legislatura.
Encima, aprovechando, como siempre, las distracciones del gobierno
central, los catalanes se han subido a la parra, obligándonos también a
atender a ese guirigay, esa aventura sin sentido.
Hasta
ahora no hemos podido mostrar nuestro rostro amable, que lo tenemos. Ya
es tiempo de hacerlo. He dado orden a los ministros de expandir la
buena nueva por toda la Gran Nación: España sale de la crisis. Y no solo
sale, tira de los demás países europeos, más atrasados al no haber
contado con nuestras políticas duras pero necesarias. Esa será la
consigna: recuperación. Catarata de cifras y datos. Algunos dirán que la
gente no la ve y que hay muchos más datos que la desmienten. No
importa. Nosotros a lo nuestro. Para eso controlamos prácticamente todos
los medios de comunicación. A repetir: España remonta. Es una Gran
Nación. La crisis es cosa del pasado. La corrupción yace a nuestros pies
vencida como Lucifer a los pies de San Miguel. Mas sentará la cabeza si
no quiere perderla.
Voy
a multiplicar mis actos públicos. Voy a inaugurar carreteras, AVEs,
pantanos, convenciones, congresos y campeonatos de lo que sea. También
daré alguna rueda de prensa en plasma y hasta en vivo, aunque estas son
peligrosas por esa manía de los periodistas de enterarse de lo que no
les importa. Mantendré un canal abierto permanente de diálogo con la
ciudadanía. Es el signo de los tiempos: presencia en las redes sociales.
Voy a tuitear todos los días. Así la gente sabrá siempre lo que pienso.
Y es claro: estamos recogiendo los frutos de los tres años de
sacrificios. ¿Que alguien no los ve? Hay que aclararle vista, disipar
las cortinas de humo que se lanzan para impedir nuestro triunfo, el de
las gentes de bien, previsibles, como Dios manda, la mayoría silenciosa.
La
principal cortina de humo es la de la corrupción. Hemos llegado hasta
aquí sin tener que dimitir, salvo algún caso insostenible, como el de
Ana Mato, felizmente recuperada para nuestros trabajos en pro del bien
común. Podremos llegar hasta el final. Y hacerlo como adalides de la
lucha contra la corrupción. Todo al tiempo que obstaculizamos cuanto
podemos las labores de investigación policial y las de la justicia,
destruyendo pruebas o cambiando jueces. Habrá momentos duros en las
peripecias procesales de los casos pero estas son tantas y tan variadas
(Bárcenas, la infanta, Correa, Blesa, Rato, Granados, etc.) que se
taparán unas a otras. Y, si no lo hacen, siempre nos echará una mano
cualquiera de los otros dos asuntos que afectan a la convivencia
nacional, los "adanes" y los "lunáticos".
Los
"adanes" de Podemos se han cargado IU. Una pena. Y van por el PSOE.
Esos me dan menos pena. Tienen un verdadero lío. Los "adanes" quieren
imponer un proceso constituyente. Al parecer estamos mal
constituidos y tienen estos que venir a constituirnos según sus
ocurrencias. De todos modos debe reconocerse que son maestros en imagen.
Los nuestros, en cambio, no sirven para nada. Ni mejoran la mía ni
empeoran la de los adversarios. Los peores enemigos están siempre
dentro. Como esa señora que quiere ser alcaldesa de Madrid en contra de
mi voluntad.
Los
"lunáticos" catalanes son la reserva necesaria que propiciará un
repentino resurgir de la conciencia nacional española. Los votos
lloverán sobre la candidatura que con más claridad, decisión y firmeza
impida el secesionismo catalán. Serán los contrafuertes y defensas de
ese bastión inexpugnable que es la Nación española una, perenne a lo
largo de los siglos. Mientras yo sea presidente, España no se romperá.
Eso me lo van a oír mucho.
Son
los dos ejes de mi discurso: España sale de la crisis sin haber perdido
en calidad de Estado del bienestar y sin romperse territorialmente. Sin
mancha ni ruptura, como la Virgen, su patrona, a la cual me encomiendo,
como es habitual en mi gabinete.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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