Nuevamente, siempre, continuamente, ¿qué hacer?.
Tras las
elecciones europeas del 25 de mayo y tras la irrupción con fuerza de
Podemos en el circo romano de la política, el régimen se apresura a
renovarse por arriba para que nada cambie por abajo y los de abajo
intentan a trompicones recomponer ese bloque histórico hegemónico del
que hablaba Gramsci para pasar a la ofensiva en el farragoso campo de
batalla de las instituciones. Para los de abajo urge como nunca
arrebatar al régimen el poder municipal, no para caer en esa ilusión
política de que el poder institucional todo lo vale, sino para cortar de
raíz las redes clientelares que nacen en los Ayuntamientos y que son la
base de esta forma de gobierno caciquil y corrupto.
Muchos
análisis se han escrito sobre la irrupción de Podemos: situación de
crisis (estafa) que hace que las clases medias y populares se
empobrezcan mientras una minoría se hace aún más rica, una
deslegitimación de todas las instituciones surgidas del consenso del
'78, un ciclo de movilizaciones abierto por el 15M, nuevas prácticas
políticas ensayadas con éxito por las mareas, las PAHs, las marchas de
la dignidad. Pero sin duda lo más importante: Podemos nace con vocación
de ganar acabando con esta mentalidad tan derrotista de la izquierda
transformadora de conformarse con las migajas del sistema, superando ese
15% como techo electoral que hasta hace poco se veía insalvable.
Podemos, tras el 25 de mayo, ha devuelto a la gente la certeza, la
esperanza y la ilusión de que se puede ganar, y no solo, sino que se
debe ganar. Se debe ganar construyendo hegemonía en donde lo político y
lo social se interrelacionan y se complementan; respetando la autonomía
de los movimientos sociales.
Huyamos de estos análisis en donde
lo político y lo social van en paralelo con ritmos diferentes, como
compartimentos estancos, análisis de la vieja política que nos recuerdan
a construcciones como SUMA, y su espejo en la región, Convocatoria por
el Cambio, en donde la convergencia se basaba en dos mesas
diferenciadas: la social para hablar de programa y la política, donde se
repartían los puestos en las listas. Ahora solo hay una mesa, la de la
hegemonía político y social (también cultural, ¿por qué no?).
En
definitiva, Podemos es ya una realidad de muchas personas que apuestan
por un cambio de modelo económico, político, social y cultural. Surge
del propio movimiento de resistencia a los recortes que se sentía
huérfano de representación, surge para asaltar las instituciones, romper
con las redes clientelares y tener servicios públicos garantizados
ahora privatizados por la casta y sus amigos, para atender modestamente
el sufrimiento de la gente. Como el propio movimiento, Podemos no es
homogéneo, no es anticapitalista (aunque también lo es), sino que nace
como una herramienta contra la austeridad. Una herramienta viva, en
continua construcción, que ha conseguido tener audiencia de masas; un
sueño hasta hace tan solo unos meses.
Pero no obviemos los riegos
que son evidentes y en estos pocos meses de existencia tenemos algunos
ejemplos: declaraciones en público donde se afirma que el aborto no es
un tema prioritario, portavoces que aprovechan su proyección mediática
para autoproponerse para esta o aquella alcaldía, declaraciones
arrogantes como «Podemos ha hecho abdicar al rey» como si el resto del
movimiento no existiera. Nada está escrito, llegado el momento Podemos
puede convertirse en una herramienta para avanzar hacia posiciones de
ruptura con el régimen, o puede convertirse en un muro de contención
como ha ocurrido con anterioridad en proyectos similares en tantas
ocasiones y en tantos lugares alrededor del mundo; como por ejemplo el
PT brasileño.
¿Qué hacer? Debemos procurar que Podemos no se
convierta en ese muro para el movimiento, evitar que derive en una
opción regeneracionista que haga de opiáceo al proceso
destituyente-constituyente abierto por el 15M. Democratizar,
descentralizar, estimular el debate interno y ser constructores de
nuevas formas de poder popular y auto-organización deberían ser las
tareas, evitando las derivas laclaunianas puramente electoralistas. No
basta con sustituir en las instituciones a los chorizos por personas
decentes del movimiento, hay que construir contrapoder popular que
controle a los representantes, democratizar los Ayuntamientos.
Ante
la aparición de los Ganemos, ¿qué hacer? Ser flexibles, si el Ganemos
local viene a aportar asambleas de barrio y construcción por abajo allí
donde Podemos no ha llegado, bienvenido sea. Si Ganemos viene a
sustituir el debate desde abajo de los círculos por reuniones de
notables, convirtiendo la mesa de hegemonía político y social en la
antigua mesa puramente política; gracias, pero no. Lo importante es
fortalecer el movimiento de agrupación popular que se está dando ya en
Podemos y no sustituirlo por pactos más o menos cupulares, por sopas de
siglas.
En definitiva, ¿qué hacer? Procurar garantizar a través
del debate democrático que sea cual sea la herramienta de la que nos
dotemos para asaltar los municipios ésta respete aquello que está en el
origen de Podemos: la unidad popular y la transformación de la sociedad
se construye desde abajo, con la gente, y no en derivas, como apuntaba,
puramente electoralistas.
En este sentido, Podemos puede llevar la
iniciativa en la apertura de un debate amplio y plural en barrios y
pedanías, con organizaciones y personas, donde se empiece a construir
ese municipio donde ser felices, huyendo de los pelotazos, alejados de
la corrupción y recuperando los servicios públicos que son de todas y
todos.
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