JUMILLA.- El restaurador jumillano Mariano Spiteri ha estado trabajando durante
los últimos cuatro meses en la restauración de la imagen del Niño Jesús
de Mula, obra del escultor valenciano José María Ponsoda. Tras el
exhaustivo diagnóstico realizado en su taller, detectó que la escultura
mostraba diversos fallos, el principal, en su consistencia, pero también
era muy significativa la suciedad que tenía acumulada en su policromía.
La inestabilidad en la cruz que porta el Niño es otra de las partes que
mejoró. También detectó diversas grietas y otros problemas que fueron
dando la cara, según relata hoy La Verdad.
Después de concretar todos los trabajos de rehabilitación que ha visto
necesarios, la imagen luce como recién salida del taller de su creador,
e, incluso, con mejoras en elementos que no son concernientes al diseño o
a la mano del artista, como , por ejemplo, el sistema de sujeción de la
peana que porta al Niño a los distintos altares en los que se muestra o
procesiona, así como en el sistema de sujeción de la cruz.
Por ello, Spiteri afirma que «una restauración siempre somete la
escultura a importantes alteraciones. Por eso, debe ser duradera y
espero que la realizada se mantenga, como mínimo, durante cincuenta
años». Uno de los trabajos más importantes que Spiteri ha llevado a cabo
en la escultura es la consolidación de las piernas a la peana.
Las radiografías realizadas mostraron unos grandes tornillos que
atravesaban la peana y las piernas de la figura y que, sin embargo, con
el paso de los años, ya no «cumplían su misión», según el restaurador,
provocando el zarandeo constante de la imagen y que se introdujeran más
tornillos para intentar sujetarla. De esta forma, Spiteri expuso durante
la presentación de los trabajos realizados que había procedido a la
retirada de todos los tornillos y en su lugar había insertado dos
espigas de madera, tras practicar dos orificios de 18 milímetros de
diámetro, introduciéndolos con acetato de polivinilo y pegándolos
posteriormente con un adhesivo especial, en este caso, resina
termoestable, que tiene un comportamiento similar a la madera, ya que
una vez seca aporta la consistencia que necesitaba la talla para ser más
estable.
Después de realizar las catas, y obtener muestras de la
policromía original, Spiteri pudo ver que en una restauración anterior
un taller utilizó la técnica del rigatino (rallado), pero afirmó que «es
incomprensible que no se limpiara y aplicaron la solución encima del
color sucio y oxidado».
Gracias a las técnicas de limpieza
empleadas, el Niño del Balate ha recuperado su policromía original. Por
lo que se refiere a la cruz, Spiteri buscó la innovación e inventó un
sistema de sujeción a través de un tubo de aluminio integrado en la
peana en el que se introduce la cruz, «totalmente ajustada», ya que es
hueca en su interior.
Este nuevo sistema sustituye a un pequeño
manguito que estaba instalado en los tronos en los que se colocaba al
Niño y que no daban estabilidad a la cruz, por lo que debían asegurarla
en los palios para procesionar la talla. Para colocar el tubo de
aluminio, que además es desmontable, el restaurador tuvo que añadir
refuerzos y aumentar la superficie de la peana con resina termoestable.
En el resultado final se puede apreciar que esta nueva pieza desempeña
su función de forma extraordinaria, ya que la cruz es totalmente estable
y no roza en ningún momento los dedos de la imagen, sino que «queda a
seis milímetros de cualquier parte de la mano del Niño Jesús de Mula»,
afirmó Spiteri.
El restaurador también encontró varias grietas mal restauradas, para
las que se habían utilizado masillas u otros productos en intervenciones
anteriores y que el jumillano se encargó de limpiar y sustituir por
resina termoestable, que integró con las ondulaciones correctas y la
policromía original.
En las piernas, a la altura de las rodillas,
el Niño también mostraba pequeñas fisuras. Según Spiteri, se trataba de
«problemas que todavía no habían dado la cara», pero que resolvió
introduciendo espigas oblicuas. En cuanto al sistema de sujeción de la
peana de la imagen a los diferentes tronos, el restaurador lo mejoró por
medio de un tirafondo que se introduce desde abajo, colocándole un tope
de aluminio en la peana para que el tornillo, en ningún caso, pueda
atravesar a la imagen, ya que antes de este artilugio se utilizaba una
palometa antigua y visible, que «además de ser estéticamente muy pobre,
en ocasiones rozaba los tobillos de la talla y, por lo tanto, la
dañaba», argumentó Mariano Spiteri. Ahora es más seguro.
Sin menoscabo del mérito del maestro jumillano, cabe preguntarse por qué no se ha hecho este trabajo en el Centro Regional de Restauración de la Comunidad Autónoma, como con la Fuensanta o diversas tallas de Salzillo.
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