No sé qué clase de educación en libertad
pretende desarrollar el nuevo Gobierno cuando empieza su andadura, a
partir de hoy, entronizando los eufemismos como una de las bellas artes.
¿Trasladarán a los colegios e institutos la obligación de interpretar
el mundo desde el retruécano? ¿Habrá en el futuro una nueva generación
de murcianos para el que las palabras perderán su significado original y
podrían utilizarse para expresar lo contrario de lo que contienen?
Un
ejemplo. El presidente de la Comunidad, López Miras, ha aceptado el
concepto de 'violencia intrafamiliar', impuesto por Vox para apoyar su
investidura, como una adición complementaria a 'violencia machista', en
el supuesto de que aquélla se refiere al acoso que puedan recibir los
ancianos y los niños (¿y por qué no, en ocasiones, también los padres de
parte de sus hijos?) en el ámbito del hogar.
Visto así, se trataría de
una ampliación de derechos que debiera ser celebrada. Pero todos
sabemos, porque escuchamos a Vox, que no se trata de una extensión, sino
de una sustitución. Lo que a Vox incomoda es la aceptación de una
realidad estadísticamente constatable, el verdadero problema al que
responden las llamadas leyes de género; es decir, la violencia contra
las mujeres.
El enorme acceso de ésta es lo que ha obligado a las
sociedades que se pretenden civilizadas a legislar específicamente sobre
un fenómeno de brutalidad dirigido contra el sexo femenino. La
violencia contra los niños y los ancianos es, obviamente, tan reprobable
como la que se ejerce contra las mujeres, pero no concita tanta alarma
social, pues se produce de manera menos habitual, de modo que la
cuestión está cubierta por la legislación preexistente.
Una
imagen sencilla: cuando se enfrentan en una final el Barça y el Madrid
de baloncesto no se suele producir un despliegue policial de la
envergadura de cuando los equipos son de fútbol, pues el perfil de los
aficionados a uno y otro deporte suele ser distinto. Nadie proclama que
se suprima la excepcionalidad de esos despliegues especiales con el
pretexto de que en ambas circunstancias se trata de deportes.
Ocurre que
el público del baloncesto, por muy feroz que se muestre en el apoyo a
sus equipos, no suele ser tan violento como ciertos sectores de la
afición futbolística, y esto último exige una atención especial que
aceptan y solicitan sobre todo los espectadores pacíficos.
A los efectos, hay un problema generalizado de violencia machista
contra las mujeres, y esto es lo que ha llamado a los poderes públicos a
contemplar el asunto de manera particular. Pretender diluirlo como
'violencia intrafamiliar' para abarcar otros sucesos menos frecuentes
constituye una trampa que pretende eliminar la existencia misma del
problema.
Y es que las leyes de género no se limitan solo a castigar la
violencia machista, sino a promover la libertad de las mujeres, aspecto
este último en que reside el verdadero trauma que sufren quienes
pretenden prolongar el imaginario de un tiempo de supremacía masculina
felizmente caducado para alivio, sobre todo, del género masculino.
Cuando
escuchamos 'violencia intrafamiliar' hemos de recordar que se trata de
un eufemismo con el que se pretende sustituir (con la interesada
complacencia de los socios de Vox: PP y C's) el inmenso avance que
significa la tipificación como 'violencia machista' para los delitos
realmente preocupoantes por su cotidina insistencia: acosos, agresiones,
presiones psicológicas y asesinatos, estos últimos más frecuentes y
numerosos que los que acumuló el terrorismo etarra a lo largo de
décadas.
Obviar esto o relativizarlo por el hecho de que en algunos
hogares también se producen actos de violencia contra niños o ancianos
supone proyectar relejación sobre una de las alarmas más serias a las
que se enfrenta nuestra sociedad.
Ningún
dirigente político debiera poner su sueldo por delante de un problema
tan grave como este. Y menos, sustituir la moral pública ampliamente
consolidada al respecto por conceptos sustitutivos que son veneno para
la educación de las futuras generaciones que, de boquilla, tanto dicen
que les preocupan.
(*) Columnista
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/07/26/ley-retruecano/1040761.html
El murciano, ante todo, Le prima la filosofía de las perras. Es como un catalán, pero sin disimular. Esta filosofía se extiende a todo. Es decir una palabra tiene el significado final de perrica o chupetica. Un diálogo se interpreta en consonancia si piensan igual sino estas loco. La historia de Murcia en la UMU esta basada en el Conde Floridablanca que es el que más ha beneficiado a Murcia capital. Todo va en fu con de logros de perras, y esa es la verdad. Lo demás es mentira o superfluo.
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