Tiene
 gracia comprobar que el Presidente Pedro Sánchez que no cesa de enviar
 mensajes a los golpistas catalanes, desde su Gobierno, el PSOE y el 
PSC, diciendo que no hay que judicializar el desafío soberanista, ahora 
el mismo Sánchez pretenda judicializar sus diferencias con varios medios
 de comunicación enviándoles amenazantes burofax a aquellos que le 
acusan de plagio y de trato de favor en su tesis y ‘apto cum laude’. 
Esto de ‘matar al mensajero’ o de perseguirlo no es nuevo en España 
pero sorprende que Sánchez haya entrado en semejante disparate cuando 
solo lleva 100 días en el Gobierno, de donde dice la ministra portavoz 
Celaá que una conspiración de la derecha (‘judeo masónica’, imaginamos) 
lo quiere echar del poder. ¡Pobrecito!
O sea, campaña mediática y conspiración conservadora en solo 100 días
 de Gobierno cuando la única, pero legítima, conspiración para derrocar 
al Presidente ha sido la ‘coalición Frankenstein’ que organizó Pedro 
Sánchez con Pablo Iglesias, Carles Puigdemont, Oriol Junqueras e Íñigo 
Urkullu para echar a Mariano Rajoy de La Moncloa. 
Algo que le facilitó el propio Rajoy (no nos vamos a cansar de 
repetirlo) al negarse a dimitir mientras sus pupilas Santamaría y 
Cospedal se tiraban de los pelos en pos de la sucesión, que al final 
ganó Pablo Casado, otro que también anda en coplas de irregularidades en
 su master. 
Lo cierto es que Sánchez ya ha tenido que cesar a dos de sus 
ministros, Màxim Huerta y Carmen Montón (y esta por irregularidades y 
plagio)  y que rectificar -él
 y su Gobierno- un sin fin de veces. Llegando al esperpento de decir, 
como vino a decir su portavoz Celaá, que las 400 bombas que España ha 
vendido y entregará a Arabia Saudita son como cajas de bombones que el 
ejército saudí lanzará contra el Yemen. 
Sánchez se lanza contra la prensa conservadora como Trump en USA 
contra la prensa liberal. Y, como el americano también, ya ve 
conspiraciones de todos los colores para derribarlo por la vía de un 
‘impeachment’ o forzando, como en el caso de Nixon, su dimisión. 
El problema de Sánchez está en las dudas que despierta su capacidad y
 la muchos de sus ministros y ministras para gobernar. Empezando por su 
vicepresidenta Carmen Calvo, cuyos disparates en la política ya eran 
harto conocidos en el Parlamento y en los medios de comunicación. 
Y lo más grave de todo esto es que Sánchez está bajando la guardia en
 el desafío catalán desautorizando a la Justicia y además no se percata 
ni reconoce la desaceleración de la economía como lo anuncia el BCE. 
Y esos sí que son problemas importantes a tener en cuenta en lugar de
 lanzarse al despilfarro del gasto público y al aumento sin control 
(pero con  claro interés 
electoral) del déficit y la deuda pública. Y esto de la deuda es lo que 
nos puede llevar, como dicen los expertos, a una nueva crisis financiera
 como la de 2008. 
Como la cuestión catalana puede derivar en un enfrentamiento civil, 
si este gobierno continúa desamparando a los catalanes demócratas y 
amparando a los golpistas, lo que incluye un doble error: porque los 
secesionistas nunca darán un paso atrás; y la Justicia española no se 
arredrará. 
De manera que nos preocupa y mucho la capacidad política de Sánchez y
 también su salud mental, porque si están viendo gigantes conspiradores y
 periodistas malandrines donde solo hay molinos de viento eso ya es para
 preocupar. 
(*) Periodista

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