El Mundo es beligerante a favor 
de la campaña de intolerancia y odio que han desatado los de C's y 
organizaciones afines con la obvia intención de provocar un conflicto 
violento que justifique la intervención de Catalunya. La fraseología 
delata el mismo recurso a la mentira que se hace en la campaña 
anti-lazo, calificada como "imposición". ¿Quién impone qué a quién? Ya 
la idea de llamar "rebelión cívica" a los actos ilegales de unos grupos 
de provocadores sin control alguno es irrisoria.
Las
 imágenes de esos individuos disfrazados de KKK y portando palos y armas
 blancas están calculadas para intimidar a la gente. Los propios líderes
 de C's, siguiendo el ejemplo de Arcadi Espada, han bajado a la calle a 
arrancar lazos amarillos entre los aplausos de los pelotas de turno. No 
se consigue reacción violenta alguna, ni más atención que unas fotos en 
los medios, bastante lamentables. Se corona todo con una manifestación en
 protesta por las agresiones independentistas a los unionistas aun 
sabiendo que son falsas y, al final, hay que desconvocarla porque, 
aparte de partir la cara a un cámara de Telemadrid, empezaban a pegarse 
en entre ellos. 
Toda
 esta parafernalia fascista acaba siempre en un miserable ridículo más 
grueso que el anterior. A los minutos de abandonar la calle los 
dirigentes de C's, los/as vecinos/as vuelven a poner los lazos. Este 
ridículo evidencia el absurdo de estos neofalangistas de los "puños y 
las pistolas" o "del Ulster que os vais a cagar", algo más modernizado.
El
 absurdo procede de su teoría fascista del "espacio público". El espacio
 público, dicen campanudos, "debe ser neutral". Y ¿quienes son ellos 
para definir la "neutralidad"? Y ¿quiénes para arrogarse el derecho a 
invadir a su  vez el espacio público, eliminando lo que no les gusta, 
directamente, sin emplear medios legales, como en el Far West o en La naranja mecánica? Ya no hablemos de agredir a la gente o allanar propiedades particulares. 
La
 raíz de estee comportamiento agresivo, fascista, está en su concepción 
del espacio público monopolizado por una única opinión (por ejemplo, 
sobre qué sea neutralidad) y ninguna tolerancia hacia las demás. El 
fascismo de C's precede de su incomprensión de la idea de tolerancia, 
básica para la existencia de sociedades democráticas, libres. 
La
 tolerancia es la actitud que se espera de quien dice respetar la 
libertad de expresión ajena. Libertad de expresión no es solo libertad 
de conciencia, culto o idea, sino derecho a expresar estas en público 
siempre que no sean delito por muy desagradables y repugnantes que 
parezcan a otros. Y, obviamente, los lazos amarillos expresan un deseo 
de liberación de los presos políticos, pero no son delito. 
Delito
 es arrancarlos, coartar, suprimir la libertad de expresión ajena. Si 
tanto les enojan los lazos amarillos, que pongan ellos pulseras moradas o
 corazones verdes, pero no ataquen la libertad de expresión de la gente.
 Por lo demás, la desproporción del empeño es abrumadora: varios 
cientos, miles quizá, de unionistas furiosos no pueden imponerse a la 
voluntad de millones de catalanes, contrarios a la existencia de presos 
políticos.  
No pueden... salvo que tengan la fuerza coercitiva del Estado detrás. 
¿La tienen?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED 

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