Hoy, a escasos días de celebrarse la concentración organizada por la
sociedad civil para reclamar la restauración de Santa María la Mayor,
creo que es el momento menos malo, propicio no lo será nunca al entender
de algunos, para manifestar públicamente lo que anida en mi corazón de
católico, de procesionista, que no cofrade, y de cartagenero, en
relación a asuntos que competen a nuestra ciudad, a nuestra iglesia, a
nuestra tradición y a nuestras Cofradías de Semana Santa.
Conocido es por recurrente, puesto que desde hace setecientos años
sucede, que desde que el excomulgado Obispo Magaz y su también
excomulgado acólito Sancho IV trasladaran de manera ilegal la silla del
Obispo de Cartagena hacia la ciudad de murcia, basándose en una falsa
bula papal y a las supuestas incursiones berberiscas, no han o hemos
dejado de denunciar, por la parte que nos toca, este traslado y lo que
el mismo supuso para el crecimiento de una ciudad y el abandono de otra
por parte de la autoridades eclesiásticas, dando como resultado cosas
tan dispares como la creación de su Universidad al amparo de la Iglesia.
Si todo hubiera seguido su curso legal, ésta se hubiera creado en
Cartagena; la construcción de una concatedral al tiempo que se
abandonaba la primigenia; la construcción de iglesias parroquiales por
todo su término municipal, frente a la concentración de todas las
parroquias de Cartagena en una sola, la de Santa María de Gracia, con el
fin de evitarse el obispo tener que mantener más parroquias en nuestra
ciudad al tiempo que recaudaba el diezmo de cuantas cofradías de
artesanos, pescadores o mineros entregaban para el mantenimiento de la
Iglesia. Y así, hasta el paroxismo huertano o hasta nuestros días, que
es lo mismo.
Quiero centrarme en uno de los cabildos cofrades a los que pude
asistir con carácter previo a la pasada Semana Santa. Como es
preceptivo, comenzamos elevando una oración al Altísimo, con ánimo y
fin de poner a todos los hermanos cofrades en comunión, para que desde
esa unión y el cariño que los "hermanos" deben profesarse, la citada
reunión y los días posteriores en donde todos tenemos que aportar el
máximo en nuestros respectivos puestos para mayor lucimiento de nuestras
cofradías, pero sobre todo, para mayor Gloria y Honra de Nuestro Señor
Jesucristo, trascurran de la mejor de las maneras.
Y hasta aquí todo bien, pero como quiera Dios escribir derecho con
renglones torcidos, allí que nuestro querido capellán cita unas palabras
del infalible Santo Padre, en las que, de manera taxativa, nos indica
que la Iglesia es tradición. Me mordí la lengua por obligación, porque
aunque era el sitio, no era el momento de emprender esta cuita. Podía
traer a estas líneas temas tan mundanos como el olvido sistemático por
parte de la autoridades eclesiásticas del mantenimiento de nuestras
parroquias, cuyos párrocos hace tiempo que se echaron a la calle para
recaudar más diezmos de los feligreses y evitar que diezme el caudal de
'La Carthaginensis', que así es como se llamaba a nuestro Obispado desde
su creación.
De tal modo que vemos cómo unos piden para tener una espadaña con la
que poder llamar a misa o a arrebato, otros para quitar goteras, para
asear fachadas o para ser totalmente reconstruidas como el caso del
epicentro de la Semana Santa de Cartagena 'Santa María de Gracia', o
para reconstruir instalaciones anexas a la Basílica de La Caridad.
Pero voy a aparcarlos de momento para responder a un órdago a La
Mayor, que es lo que han venido haciendo cuantos príncipes de la Iglesia
hemos tenido como pastores en nuestro desdichada Diócesis, salvo
honrosa excepción, pues es a Santa María de España, también conocida
como Santa María 'La Mayor' a la que se empeñan en envidar los sucesivos
obispos, no encontrando apenas una respuesta certera de quienes por sus
cargos deberían haber revertido esta situación hace siglos.
Éstos no son otros que los principales dirigentes de nuestras
cofradías de pasión y gloria, es decir, sus Hermanos Mayores o mejor,
mis Hermanos Mayores, pues así se llaman y como tales se les respeta,
contra lo cual solo se puede esperar que mis hermanos mayores me
respeten a mí, nos respeten a todos sus hermanos menores y se comporten
como verdaderos valedores de sus indefensos hermanos por un lado y, por
otro, como adalides para que las instituciones que gobiernan no se
separen, o lo hagan lo menos posible, del mensaje de Cristo.
Véase, que
no digo aquí del mensaje de la Iglesia, pues sabido es que la Iglesia
Católica está formada por hombres y como tales imperfectos, pecadores y a
veces partidarios.
Y es aquí cuando enlazo uno de los muchos discursos del Papa
Francisco donde, al igual que otros Santos Padres, aseveran "ex cátedra"
(sin lugar al error) que la Iglesia es tradición, y lo que aconsejaba a
los miembros del Instituto Pontificio Juan Pablo II para que fueran
buenos pastores y buenos teólogos en 2016: "No olvidemos que también los
buenos teólogos como los buenos pastores tienen olor de pueblo, de
camino y con su reflexión derraman aceite y vino en las heridas de los
hombres".
Porque "Teología y Pastoral van juntas", como es "impensable
una pastoral de la Iglesia que no haga tesoro de la Revelación y la
Tradición".
Pues claro que es tradición. Faltaría más. De no serlo deberíamos
sustituir las vidrieras por pantallas de vídeo, las procesiones por
seriales de los que se pueden ver cuando y donde se quiera desde nuestro
dispositivo móvil y no daré más ideas no sea el demonio.
Si la tradición ha servido para que todo este tinglado socioeconómico
funcione como para cotizar en bolsa y los pequeños inversores llamados
feligreses y cofrades lo hemos dado por bueno, es justo pedir que cuide
esa tradición a quien es su máximo exponente en nuestra diócesis de
Cartagena, su Obispo.
Y como la tradición feligrés se cruza públicamente con la cofrade
durante días de cuaresma y de procesiones, justo es también pedir a los
máximos responsables de ésta que medien, que tercien o llegado el caso
que molesten al estamento clerical para exigirle, sí, exigir a nuestro
Obispo, que ya está bien de mendigar cuando somos nosotros los que
aportamos el diezmo, que inicie de inmediato la restauración total y su
apertura al culto de la Catedral del primer obispado de España, el que
cedió su primacía a Toledo para que de la conjunción de Iglesia y Corona
naciera lo que hoy conocemos como España.
Y hacerlo bajo advertencia de desobediencia hacia su figura si no lo
hace, aderezando este aviso con la retirada de cualquier invitación a
acudir a la sede de la Diócesis para presidir ningún acto religioso,
además de trasladar con sonoro estrambote la enquistada cuita al Santo
Padre, a ese Papa Francisco que tan poco amigo es de los príncipes
aunque éstos sean príncipes de la Iglesia y que tantas veces cita a la
tradición como hilo conductor de la revelación en el tiempo del mensaje
de Cristo.
Lo que aquí pido a mis Hermanos Mayores ya sucedió en el año 1773,
cuando los ilustrados cofrades del momento no consintieron que un obispo
exógeno quisiera poner coto a las cofradías y a su labor, criterio y
autonomía, dando como resultado la negativa a sacar ese año los desfiles
procesionales a la calle, algo que de motu proprio o con el impulso de
superiores instancias, hizo al obispo morderse la lengua en las
posteriores ocasiones.
Hoy, por desgracia, y con el debido respeto y consideración que tengo
hacia nuestros Hermanos Mayores, estamos huérfanos de los cuidos que
Cartagena y su tradición católica se merecen. Yo, desde aquí, les digo
que la razón de su cargo no es solo el sacar desfiles a la calle, eso lo
hacen otras muchas instituciones durante todo el año. Están para hacer
pública profesión de fe y del mensaje de Cristo, algo que parecen
olvidar tras la cortina del sometimiento a quien mantiene esta
injusticia y, por tanto, son corresponsables de lo que sus hermanos
menores sufren, por su culpa, por su culpa, por su gran culpa.
(*) Secretario general de MC y ex alcalde de Cartagena
"...al igual que otros Santos Padres, aseveran "ex cátedra" (sin lugar al error) que la Iglesia es tradición" Ja ja ja, ¿Sabrá este tipo cuándo un Papa habla ex cátedra y cuando no?. Patética su tozudez
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