Los secesionistas han venido construyendo su caso con minuciosidad 
desde hace meses, incluso varios años. Había que aprovechar la debilidad
 del Estado y dar un golpe de audacia; lo cual pasa por construir un 
relato movilizador, reforzar las organizaciones agitadoras y elegir el 
momento con las variantes necesarias para superar obstáculos. Una de las
 piezas del proceso se llama propaganda y pasa por nombrar cada paso y 
cada fenómeno. 
Es admirable cómo el relato de los secesionistas ha 
calado en las televisiones nacionales, en teoría nada favorables al 
proceso. Pero cada telediario evidencia qué argumentario resulta 
dominante. Las mentiras flagrantes de Puigdemont, Forcadell y demás 
compañeros de aventura, pancarta y balcón no reciben réplica en las 
múltiples entrevistas ante las cámaras que discurren por donde quieren 
los entrevistados.
Uno de los ejes de la propaganda de estos días es resucitar a Franco y
 el franquismo para calificar a cuantos defienden la Constitución. Lo 
más alarmante o decepcionante es que gentes de la izquierda, ofuscadas 
por acabar con Rajoy, compren ese mensaje la excusa tramposa y mendaz de
 que defienden la democracia.
Los que, por ahora, han confrontado a los secesionistas son algunos 
jueces y fiscales, que aplican las leyes, que cumplen con su deber y 
actúan en consecuencia. El franquismo fue golpista y nada 
constitucional, en eso si se les parecen los secesionistas. Claro que de
 casta le viene al galgo porque los secesionistas catalanes de hace 
ochenta años, abuelos o bisabuelos de los actuales, también fueron 
contra la Constitución de la II República (esa que tanto añoran algunos 
ofuscados).
Puigdemont debe soñar con emular a Luis Companys, al que la República
 hizo ministro de Marina en Madrid durante cien días (verano de 1933) en
 un gobierno encabezado por Azaña. El 6 de octubre de 1934, coincidiendo
 con el intento de revolución llamada del 34, Companys, presidente de la
 Generalitat desde primeros de años, proclamó de forma unilateral el Estado catalán desarticulado, por orden del gobierno de la II República 
Española, por el general Goded. La Republica asumió el gobierno catalán 
con un coronel de intendencia al frente del mismo, suspendió la 
autonomía y encarceló al gobierno golpista (Companys incluido) que fue 
condenado en junio de 1935 a prisión (30 años) por el Tribunal de 
Garantías. Un año después llegó un indulto.
¿Se repetirá la historia con los ajustes propios de este tiempo? 
¿Asumirán uno o varios jueces el papel de Goded (a quien luego fusilaría
 el golpe de Franco) en la defensa de la Constitución? ¿Habrá condenas 
ejemplares a los sediciosos e indultos posteriores? ¿Saldrá perjudicado 
el autogobierno catalán por este avatar? Las respuestas las conoceremos 
en breve porque la bola está rodando. La comparación no es con Franco, 
ni siquiera con la II República, ahora las cosas van más pacíficas y 
burocráticas, va de jueces y fiscales.
(*) Periodista y politólogo

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