MADRID.- Desde su desayuno hasta su ducha, pasando por el autobús biodiesel en el que va al trabajo: en todos estos sitios es
 posible que esté usando, sin saberlo, aceite de Palma. El Parlamento 
Europeo quiere una legislación mucho más restrictiva en el uso de esta 
grasa, por los efectos sobre la salud y el medioambiente. La 
cuestión es si esta iniciativa es suficiente para protegernos de sus 
efectos perniciosos, se pregunta la Cadena SER.
Según Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace en España, una resolucion que no es vinculante es positiva porque constata el problema. Pero no es suficiente en absoluto. 
"Nos
 gustaría ver que países como España, que obtiene una buena parte de sus
 mal llamados biocombustibles del aceite de palma, adoptan la decisión 
política de no seguir llamando a estos combustibles bio". 
 La propia Comisión Europea, añade Soto, "ha reconocido que incrementan 
las emisiones un 4% cuando se contabilizan la deforestación y las 
emisiones del transporte; estamos haciendo un pan como dos tortas".
En las últimas semanas los consumidores han visto muchas informaciones sobre cómo el aceite de palma está presente en cantidad de productos alimenticios, de higiene o limpieza. Pero no se ha hablado tanto de otras cosas en las que también está presente esta grasa: en el cambio
 climático, la destrucción de la biodiversidad, la explotación laboral, 
el exterminio de culturas indígenas o la crueldad animal.
Indonesia y Malasia son los dos grandes productores 
mundiales de este aceite, y lo hacen a costa de destruir miles de 
hectareas de sus selvas vírgenes. 
"Los expertos en biomasa establecen 
que las zonas tropicales, junto a los bosque boreales, son los grandes sumideros de CO2 del planeta. Son extensiones forestales con mucha biomasa arborea, pero también mucha biomasa depositada en el suelo, en las turberas, que pueden tener hasta 10 metros de profundidad, son zonas que almacenan grandes cantidades de carbono y cuya degradación supone la emisión de grandes cantidades de efecto invernadero, entre ellos el metano.".
Esto además conlleva el exterminio de grandes mamiferos como el orangután, pero también de toda la microdiversidad
 de espacios que pueden contener animales y plantas desconocidos pero 
que pueden ser vitales para el futuro de la humanidad. 
El problema -nos 
explica Soto- no es en si el aceite de palma, que puede ser cultivado de
 forma sostenible si se quiere, sino unos hábitos que ponen miles de hectareas en el mundo al servicio de un consumo voraz y dañino para nuestra salud y la de nuestro planeta.
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