Parece que el presunto Granados ha 
pedido declarar voluntariamentene para cooperar más intensamente con la 
justicia. Lo hará mañana, miércoles y se supone que su declaración 
versará sobre los aspectos aún oscuros de la tupida trama de corrupción 
del PP de Madrid y que afecta a todos los niveles de gobierno de la 
capital, los dirigentes autonómicos del PP y algunos nacionales así como
 un puñado de empresarios, de esos que van predicando las ventajas del 
libre mercado pero viven de estafar los dineros públicos mediante 
políticos corruptos. 
A
 pesar de todas las campechanías de aristócrata populachera de Aguirre, 
por lo que se lleva sabido, el gobierno de Madrid ha sido un gatuperio 
de latrocinio sin parar. La increíble operación "Púnica", que acabó 
llevándose por delante a la consejera de educación, Lucía Figar, una 
besacirios encargada de favorecer la enseñanza privada más reaccionaria 
con fondos públicos y de desmantelar la educación público. La "Gürtel", 
el epítome de las redes de corrupción, con delincuentes trajinando 
dineros, cargos públicos enriqueciéndose con comisiones y mordidas, 
apaños. licencias, chanchullos. 
Tal
 era el desbarajuste de este expolio voraz y generalizado que los 
responsables acabaron espiándose unos a otros pues quizá desconfiaban de
 cuáles fueran las fuentes de la estafa de la otra parte. Organizaron 
así un episodio de corte berlanguiano, como con delincuentes de tercera,
 bautizado como la "gestapillo", en la que se vigilaban, seguían y se 
fotografiaban unos a otros llevando bolsas de plástico. Y uno de los 
puntos fuertes de esta actividad presuntamente delictiva era la posible 
financiación ilegal del PP, que lleva veinte años ganando elecciones con
 tongo. Algunos de los episodios que constan en los papeles producen 
verdadero sonrojo, como esa declaración de Bárcenas según la cual, Rajoy
 tuvo palabras mayores con otro cargo del PP a causa de una partida de 
estos fondos ilegales de una empresa.
Los
 datos sobre la financiación ilegal del PP son vitales porque en el 
exhaustivo registro de ocho horas que la policía realizó en su día en la
 sede de Génova (eso que el PP llama "colaborar con la justicia", cuando
 el juez manda a la policía porque el partido no responde a sus 
requerimientos), la única planta en que aquella no entró fue 
precisamente en donde se guardaba la documentación sobre la financiación
 supuestamente ilegal. Era lo que cabía esperar. Pertenece al estilo de 
la casa.
Esta
 nueva declaración huele en parte al famoso "arrepentido" de la época 
del narcotráfico y la mafia, en parte a lo que abreviadmente se conoce 
como "tirar de la manta" (cosa que está todo el mundo esperando por 
cuanto esta pieza del sumario sigue siendo secreta) o, en terminología 
más apropiadamente carcelaria, "negarse a comerse solo el marrón". Sin 
duda Granados, mano derecha de Aguirre largo tiempo, el hombre que 
controlaba una especie de mercadillo del presunto delito, podrá aportar 
información que acabará de dibujar la acción de esa especie de club de 
corruptos, estafadores, malversadores, etc, de juerga en juerga, 
malversación en malversación, cohecho en cohecho, a la mayor gloria de 
la desregulación, la privatización y las ventajas del libre mercado que 
predicaban en sus ratos libres entre mordida y mordida.
Lo
 más curioso es que Aguirre, la responsable política última de este 
aquelarre de presuntos delincuentes, no supiera nada de nada. Nunca. 
Jamás. No supiera lo que hacía su mano izquierda y tampoco la derecha, 
no viera, no escuchara nada, no tuviera la mínima información. Como 
aquella ministra que no veía los coches que había en el garaje de su 
casa. El suyo era un gobierno sordo, mudo y ciego y profundamente tonto.
 Eso sigue siendo así, a juzgar por los dislates que la señora continúa 
profiriendo en público. Pero ahora vamos a ver, gracias a la declaración
 de su mano derecha, si tenía o no conocimiento del expolio sistemático 
que fue su gobierno.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

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