A Manuel Valls la campaña se le está haciendo larga y la ciudad de Barcelona le viene grande. El hombre que aterrizó el pasado verano en Menorca, que colmó las expectativas de la burguesía catalana en la Cerdanya que creía ver en él el mirlo blanco con el que desbancar a Ada Colau y cerrar el paso al independentismo, está demostrando que, pese a haber sido primer ministro de Francia, le falta destreza y savoir faire y le sobra prepotencia e ignorancia. 

El numerito protagonizado por Valls en la entrega de los premios Nadal y Josep Pla de novela después de que uno de los ganadores, Marc Artigau, hiciera referencia en su intervención a los presos políticos y al gobierno legítimo de la Generalitat en el exilio cuesta de entender. Mucho más que reclamara explicaciones -¡por un discurso!- a la delegada del Gobierno español, Teresa Cunillera, y que interpelara al president Artur Mas, que se encontraba en su mesa igual que el president José Montilla.

Valls está nervioso. Es evidente. La campaña no consigue los objetivos previstos. Está estancada. Dudo que con numeritos así y folklore del barato remonte, aunque consiga atraer la atención y algunos aplausos. ¿Cuál es su concepto de la libertad de expresión? ¿Piensa acaso que el discurso de un premiado debe pasar la censura previa? 

El hecho de que solo Valls fuera el que alzara su voz contra el discurso de Artigau no tiene nada que ver con el silencio impuesto del que hablan los unionistas. ¡Pero si el acto lo había montado la editorial Destino, perteneciente al Grupo Planeta! Es muy posible que hubiera gente que no compartiera las opiniones de Artigau pero el orador tiene derecho a expresar su opinión. ¡Pero si es que es una obviedad que hay presos políticos y que el president Puigdemont, cesado por el golpe del 155, está en el exilio!

No deja de ser una mala pasada para Manuel Valls que el incidente del hotel Palace de Barcelona pasara pocas horas antes del cuarto aniversario de los asesinatos del semanario satírico Charlie Hebdo en París que despertaron una ola mundial de solidaridad en apoyo a las víctimas y en defensa de la libertad de expresión. 

Valls se había referido al trágico aniversario y la defensa de la libertad de expresión, algo que choca con su actitud en el acto literario de Barcelona. Mucho antes de que lleguen las elecciones, los barceloneses empezamos a entender por qué cada vez que uno va a París se encuentra con la misma broma: ¡Ahora son ustedes los que padecen a Valls; nosotros ya nos lo hemos sacado de encima!

Y, al paso que vamos, esta frase tan recurrente en Francia amenaza con ser la peor carta de presentación de quien se postuló como un enamorado de la ciudad en la que nació y que en unos meses ha demostrado que desconoce cómo son sus ciudadanos, sus valores y su cultura.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia