La frase del viejo y admirable sindicalista español Nicolás Redondo
en la que afirma que vota al PSOE con la nariz tapada es reveladora de
lo ocurrido en el Partido Socialista en los últimos años, y no solo en
estos recientes del Zapatero ‘prodigioso’ o del petulante Sánchez. El
cáncer se inicia con Felipe González y su giro vertiginoso e inmoral
hacia una social democracia liberal, que saca al PSOE de la izquierda
sin temor a que ese espacio -camuflado bajo siglas de ‘Socialista y
Obrero’- fuera ocupado por IU y el PCE. Coalición y el partido comunista
que fueron incapaces de superar su pasado y adaptarse a los nuevos
tiempos tras la caída del muro de Berlín y de los regímenes comunistas
del Este de Europa.
La ‘perversión’ liberal de González, paralela a su trayectoria
personal, viene de muy lejos. Desde que cambió su relación con Brandt y
Palme por sus amigotes caribeños Carlos Andrés Pérez y Omar Torrijos -la
pista panameña de González-, abrazando los ‘euromisiles’ de su nuevo
amigo Kohl, y deambulando con inagotable locuacidad de ‘sabelotodo
relativista’ por los foros de las grandes finanzas y de las empresas del
mundo capitalista y de España en particular, hasta traspasar él mismo
el umbral de las ‘puertas giratorias’ por las que ya él había colocado a
muchos de los suyos, siguiendo la norma y tradición del bipartidismo y
la alternancia en el poder.
Pero de pronto González se escandaliza porque Pablo Iglesias habla en
el Congreso de los Diputados de la ‘cal viva’ de los GAL de su tiempos
de Presidente, cuando los abrazos de Felipe a Vera y Barrionuevo a las
puertas de la cárcel de Guadalajara entre aplausos de la dirección del
PSOE para que estos pretendidos patriotas del ‘terrorismo de Estado’ no
dijeran la verdad sobre la trama criminal nacida bajo la presidencia de
González, el injuzgable por ‘estigmatizable’.
Ha dicho González que Iglesias le odia porque le recuerda la verdad
de los GAL. La verdadera preocupación de González, que tardó mucho en
adivinar el empuje político de Podemos, reside en el riesgo de derrota
del PSOE por Podemos en las elecciones del 26-J. Lo que podría ser así
tras la unidad electoral de IU y Podemos como lo anuncian los sondeos
electorales.
Pero sobre todo lo que a González le preocupa es que esa derrota del
PSOE podría derrumbar el gran tinglado de poder político, económico y
mediático que lidera Felipe González a costa del PSOE, y que tantos
privilegios le ha reportado a él y a su gente, con el argumento de que
todo ello formaba parte esencial de los pilares del viejo Régimen de la
Transición, sustentado por el bipartidismo PP-PSOE y anclado en el
modelo partitocrático y acumulador de los poderes del Estado. Del que
han disfrutado los dos partidos que los dos partidos en la alternancia
pero siempre con sumo cuidado para no quebrar el sistema político y de
los especiales privilegios mutuos de los gobernantes y dirigentes que
abandonaban oficialmente el poder.
El ‘gran tinglado felipista’, he ahí una de las lacras de la
transición y de la ausencia de una verdadera democracia en nuestro país.
Porque todo el mal que se hizo en esos años además en parte se hizo en
el nombre del progreso, la democracia y la izquierda. Que la corrupción,
el abuso de poder o el autoritarismo y tráfico de grandes influencias
vinieran de la derecha post franquista parecía algo natural, pero ¿en el
nombre de la izquierda?
Ahí está como ejemplo el indulto que José Luis Rodríguez Zapatero le
concedió en 2011 a uno de los grandes banqueros del país -condenado por
delito penal en el Tribunal Supremo-, estando su Presidencia ¡en
funciones! y el país sumido en la ingente crisis del paro, las
hipotecas, desahucios y con la corrupción a granel también en la banca y
Cajas de Ahorro. Y ¿qué dijo el PSOE de esta infamia ante la sonrisa
cómplice del PP? Silencio sepulcral y puede que a la espera de un
donativo bancario.
He aquí, en este indecente ejemplo de la presidencia de ZP, un modelo
habitual de la ‘cultura felipista’ que ha impregnado el PSOE todos
estos años, y permitido la formación de un particular régimen felipista
-en el que el Grupo Prisa desempeña un rol determinante- dentro del
propio y ahora moribundo Régimen de la Transición.
Y todavía no entienden en el PSOE por qué crece la nueva izquierda en
España, además de por los errores de sus líderes actuales. Pues porque
durante muchos años en la conciencia de los votantes del PSOE estaba la
sospecha de que ‘los suyos’ a los que iban a votar estaban con ‘otros’
más poderosos del poder económico y liberal. Y el felipismo era el hilo
conductor que ahora los de Podemos pretenden desenchufar.
(*) Periodista
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