La anunciada dimisión del presidente
Valcárcel y las previsiones de sustitución en los próximos meses de
otros dirigentes de significativas instituciones y organizaciones de la
región (CROEM, Cámaras de Comercio, Universidad de Murcia, etc.), junto a
los cambios ya producidos en sectores como las Cajas de Ahorro, y los
que puedan derivarse de los procesos congresuales abiertos en sindicatos
y partidos, ha permitido que algunos vuelvan a esa invocación
recurrente de hablar de una ´segunda transición´, aplicado ahora a la
Región de Murcia.
A falta de otros contenidos mucho más de fondo,
el concepto se refiere por ahora exclusivamente a la renovación en
marcha de las viejas élites político-económicas que han dirigido la
región en las últimas décadas. Pero, ¿puede llamarse a esto, per se,
incluso si tiene mucho de cambio generacional, una ´segunda transición´?
¿entre qué y qué se produce la transición? ¿qué va a cambiar con la
renovación personal?
A lo largo de los dos últimos siglos de nuestra historia regional se han producido diversos procesos de renovación de las élites y las clases dominantes, aunque nunca se ha roto la íntima conexión del poder económico y político. El viejo caciquismo oligárquico ha sabido ´gatopardescamente´ sobrevivir y adaptarse al cambio de los tiempos, reestructurándose como exigüo grupo social con la incorporación de nuevos actores en ascenso.
«La oligarquía, como sistema, y el
caciquismo, como instrumento „exclusión de la voluntad de los más„, son
anteriores al régimen constitucional y al sufragio y han persistido con
ellos», decía Manuel Azaña. Y las tierras de Murcia fueron quizá
históricamente el mejor ejemplo de ello. Estos atavismos de dominación
política y de clase no nos han abandonado todavía.
Así, si el
historiador Rodríguez Llopis escribía en su Historia de la Región de
Murcia (1998), refiriéndose al ciclo desarrollista de los años 60 del
siglo pasado que en la región «surgieron y crecieron numerosos
patrimonios al amparo de la actividad política de sus creadores, que
manejaban información privilegiada a través de la ostentación de
alcaldías y cargos provinciales; la creación de inmobiliarias con
políticos como socios fue uno de los mejores ejemplos de todo ello», ¿no
podríamos suscribir el mismo párrafo medio siglo después refiriéndolo
al boom inmobiliario que está en la base del estallido de la actual
crisis?
La plaga de corrupción que nos ha dejado „que ha permitido
que se nos cite esta semana en la presentación de la Memoria de la
Fiscalía referida a 2012„ y que solo ahora estamos conociendo en su
aproximada magnitud (nunca del todo, ya que sólo sabemos los casos
denunciados), que nos ha convertido en la región proporcionalmente con
más Ayuntamientos inmersos en casos de corrupción (según un estudio de
la Universidad de La Laguna para el período 2000-2010 los casos de
corrupción alcanzaron al 57,8% de los municipios de la región, siete
veces el porcentaje medio nacional, y siguen aparecido más), son el
testimonio de la persistencia de los viejos y deplorables hábitos de las
élites conservadoras dominantes en la región, de la falta de
modernización económica e institucional, y del escaso arraigo de los
valores de la cultura democrática.
Esta dominación secular tiene
su correlato, retroalimentado como causa y efecto, en el clientelismo,
la apatía y la sumisión de amplios sectores sociales, sin los cuales no
sería posible. Es a lo que se refería hace un siglo el periodista y
escritor Martínez Tornel cuando hablaba de «esa inmensa mayoría de los
murcianos que parece que no se enteran de nada, que les es completamente
indiferente cuanto se hace en la población, que no figuran en ninguna
asociación ni suscripción» (1912), y que ahora es las mayoría silenciosa
a la que apela el PP.
Por eso tenemos que ser escépticos sobre el significado de esa supuesta ´segunda transición´. La agenda política oficial de la región sigue dominada por la habitual santísima trinidad de agua, financiación e infraestructuras, junto a la ansiedad por identificar signos de recuperación económica. O sea prácticamente lo de siempre, las viejas organizaciones, el viejo sistema institucional y los mismos temas en la agenda.
Por eso tenemos que ser escépticos sobre el significado de esa supuesta ´segunda transición´. La agenda política oficial de la región sigue dominada por la habitual santísima trinidad de agua, financiación e infraestructuras, junto a la ansiedad por identificar signos de recuperación económica. O sea prácticamente lo de siempre, las viejas organizaciones, el viejo sistema institucional y los mismos temas en la agenda.
Dejemos ya los abusos del lenguaje. Si
de verdadero cambio se tratara, ¿no habría que plantear si se van o no a
adoptar medidas para acabar con la corrupción estructural; si se va a
abordar como prioridad la aguda crisis social y de empleo que vive la
sociedad murciana; si se va a definir para ello un nuevo modelo
económico, ambientalmente sostenible, que plantee un horizonte de salida
de la crisis que no sea la vuelta a la especulación urbanística y a la
estafa de los macroproyectos (sean Paramount o Marina de Cope); si se va
a modificar la injusta ley electoral; si se va a transformar
radicalmente la vida pública de manos de una verdadera (e inédita aún)
transparencia, y se va a avanzar en términos de calidad democrática; si
se va a detener la ola recortadora y privatizadora de servicios
públicos; si va a encontrar la ciudadanía nuevos cauces políticos para
intervenir directamente en la vida pública; si vamos a tomar en serio la
sostenibilidad ambiental (en movilidad, energías sostenibles,
emisiones, usos del territorio, etc.).
Sólo con asuntos como
estos, con reformas profundas de la esfera económica, política,
institucional y ambiental, con una política que ponga en primer lugar
las necesidades de las personas sin exclusiones y su derecho a conseguir
los medios que le permitan una vida digna, con redistribución de
rentas, y la apuesta por una nueva definición de la democracia,
deliberante y participativa, que incluya activamente a los ciudadanos en
su autogobierno, podríamos hablar de segunda transición: la que va de
un sistema político con elecciones pero bloqueado autoritariamente, con
ínfima calidad democrática y mucha crueldad neoliberal que excluye y
desposee de derechos y de recursoscada vez a más gente, mientras
aumentan los privilegios de una minoría, a una democracia real,
sostenible, inclusiva, con transparencia y equidad social.
(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia