Pedro Sánchez maltrató a Rubalcaba y a todo su equipo tras recuperar el poder del PSOE

MADRID.- En la sede central del PSOE de la madrileña calle Ferraz un gran cartel con la imagen de Alfredo Pérez Rubalcaba domina la fachada del edificio a título de homenaje al desaparecido dirigente del PSOE. Pero también y sobre todo como parte de una ‘sobre actuación’ del secretario general Pedro Sánchez que había maltratado con saña Rubalcaba y a su equipo (Elena Valenciano y Soraya Rodríguez entre otros) desde que regresó a la dirección del PSOE, según revela www.republica.com

 

Sobre todo porque Rubalcaba se opuso frontalmente a las alianzas de Pedro Sánchez con el soberanismo/golpismo catalán, Podemos y Bildu (a los que conocía muy bien) y fue quien calificó de ‘Gobierno Frankenstein’ los pactos contra natura democrática y constitucional de Sánchez. Pactos sobre los que se cimentó la ‘moción de censura’ contra Mariano Rajoy.

Rubalcaba era la ‘conciencia’ democrática y constitucional’ del PSOE y por ello Sánchez lo arrasó, alejándolo del organigrama del Partido hasta incluso expulsarlo del Consejo Editorial del diario El País, con ayuda de la directora Sol Gallego, impuesta por Sánchez a los poderosos accionistas (del Ibex) del diario, a los siete días de la llegada de Sánchez a La Moncloa.

De ahí la sobre actuación de Sánchez en la enfermedad y el funeral del que fue su principal adversario político en el PSOE. Hasta el punto que Sánchez parecía la ‘viuda’ de Rubalcaba en la capilla ardiente del Congreso de los Diputados, temeroso de públicas críticas contra su persona desde dentro del PSOE y sabedor de impacto político y social que la muerte de Rubalcaba estaba teniendo en el seno del Partido Socialista. 

Partido entre cuyos dirigentes sí hubo, en corros privados en el Congreso, muchas y muy duras críticas al maltrato de Sánchez contra Rubalcaba. El que acabó de profesor en la Universidad Complutense de Madrid después de una larga e intensa carrera política, cosa que nunca había pasado con un ex secretario general del PSOE. 

Es verdad que Rubalcaba era, como se ha dicho por casi todo el mundo, un hombre de Estado pero también era un político muy hábil para la intriga y los grandes conciliábulos del poder. Y Sánchez lo tenía entre ceja y ceja porque lo consideraba el gran artífice del golpe de mano que contra Sánchez se urdió en el Comité Federal del PSOE de 1 de octubre (‘los idus de Octubre’, lo llamó en un ensayo Josep Borrell). Una maniobra en la que Felipe González desempeñó un rol fundamental. 

Y un tiempo en el que Sánchez fue obligado a dimitir tras la rebelión interna de su Ejecutiva que se oponía de manera frontal a que Sánchez, después de su doble derrota en 2015 y 2016, formara con sus 84 diputados el ‘Gobierno Frankenstein’ -que denunciaba Rubalcaba- con los soberanistas catalanes y vascos y con el populismo radical de Podemos. 

Sánchez se refugiaba en el ‘no es no’ a la investidura de Rajoy pero, una vez dimitido el PSOE se abstuvo y permitió la investidura de Rajoy, mientras que Sánchez iniciaba su campaña para la reconquista del poder del PSOE, lo que logró frente a Susana Díaz en la Primavera de 2017. 

Y a partir de ese momento comenzó la defenestración de Rubalcaba y de sus más estrechos colaboradores de todas las instancias del PSOE. Y, una vez muerto, Sánchez se viste de luto riguroso para evitar que el impacto de Rubalcaba se vuelva en su contra en un momento crucial para seguir en el poder.