Un estudio demoscópico reciente revela que la sociedad española se ha convertido en un rebaño sojuzgado y genuflexo, dispuesto a tragar con lo que echen. Ocho de cada diez encuestados reconoce sin ambages que «prefiere seguir a la mayoría, aunque no esté de acuerdo, por temor a ser marginado».
Sobrecoge que el gregarismo haya aplastado de un modo tan apabullante a un pueblo que antaño fue levantisco y refractario a cualquier tipo de dominación, hasta reducirlo a papilla infrahumana que tiene miedo a mostrarse disidente «por las repercusiones que pueda tener en su vida».
Pero el estudio demoscópico que citamos contiene revelaciones todavía más demoledoras. Así, por ejemplo, cuando les preguntan cuál sería su reacción si «pudieran» actuar libremente, casi la mitad de los encuestados responden que «comerían lo que quisieran» sin restricciones, que era la fantasía recurrente de Carpanta, el personaje antañón de los tebeos (sólo que Carpanta tenía las tripas horras, mientras que esta papilla sojuzgada simplemente es esclava de las dietas y de los mandatos alimentarios de la Agenda 2030).
Otro sueño liberatorio mayoritario de la papilla tragacionista española es 'acostarse con distintas personas'; lo que sirve para entender cuán sometidos estamos, pues 'acostarse con distintas personas' es, precisamente, lo que los mayorales del rebaño pretenden que hagamos. Pero los españoles estamos tan abyectamente sometidos, que hemos llegado a asimilar las directrices sistémicas como anhelos personales.
La encuesta incluye una serie de especificaciones que contribuyen a bosquejar un paisaje humano de escombrera: siete de cada diez españoles reconocen que las redes sociales «condicionan su forma de actuar y pensar»; más de la mitad se someten a dietas o «retoques estéticos» para «no ser rechazados»; uno de cada tres ve las series que están de moda… Un panorama, en fin, que describe lo que nosotros, más expeditivamente, denominamos 'masas cretinizadas'.
Por supuesto, estas masas cretinizadas consideran –'risum teneatis'– que «la familia es una barrera importante para nuestra independencia». Es decir, el rodillo tragacionista sistémico no sólo ha logrado modelar una papilla infrahumana que acata robóticamente todas sus consignas, sino que además ha logrado que reniegue de las únicas instituciones que podrían salvarla.
Una papilla que se deja inocular venenos que la diezman (aunque, por supuesto, está tan cretinizada que se cree sin empacho que tal mortandad la causa el cambio climático) y que entrega a sus hijos a depredadores que los hacen fluir de género afirma que la familia es la barrera que reprime su independencia.
Escribía Lewis que llegaría un tiempo en que los manipuladores encargados de la abolición del hombre, «armados con los poderes de un estado omnímodo y una irresistible tecnología científica», lograrían modelar por completo a una generación. Ese momento ha llegado ya. La fruta está madura para el advenimiento del Reinado del Anticristo.
(*) Escritor