HONG-KONG.- A falta de muy pocos días para que las naciones integrantes del G-7 y la OTAN se reúnan en Europa para abordar la crisis en Ucrania y hacer frente común contra Rusia, su presidente, Vladímir Putin, dio muestras ayer de no estar tan solo como a Occidente le gustaría.
Fue durante la cumbre virtual de líderes del foro Brics, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el primer encuentro multilateral en el que participa junto a otras grandes economías desde que ordenó la invasión del país vecino.
Allí, a salvo de reproches y críticas hostiles, el líder ruso aprovechó para pedir a los presentes una mayor colaboración que les permita superar la crisis causada, en su opinión, por las “acciones insensatas y egoístas” de algunos estados, en referencia a las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea.
“Solo mediante la cooperación honesta y mutuamente beneficiosa se puede buscar una salida a la situación de crisis que se ha creado en la economía mundial”, añadió.
El
anfitrión de la cumbre, el presidente chino Xi Jinping, también cargó de
frente contra las sanciones de Washington y sus aliados, a las que se
niegan a unirse y culpan de imposibilitar la
paz y dañar la economía
global.
“Debemos abandonar la mentalidad de la guerra fría y la confrontación en bloques, oponernos a las sanciones unilaterales y a su abuso” y rechazar los intentos de algunas naciones por formar “pequeños círculos” para mantener su poder hegemónico, dijo el mandatario, que también apostó por defender un sistema internacional multipolar basado en las Naciones Unidas.
Desde el inicio del conflicto, China asegura haber mantenido una estricta neutralidad que en Occidente se percibe como favorable a Moscú. Pekín ha evitado condenar la invasión rusa –ni siquiera la califica como tal–, señala a EE.UU. y la OTAN como provocadores y rechaza las sanciones. Aun así, el país asiático se mantiene ajeno al conflicto, sin suministrar material militar, y sus empresas se abstienen de incumplir las sanciones impuestas a Rusia para no acabar siendo también objeto de posibles castigos.
China no es la única que se desmarca de Occidente. Como muchas otras naciones africanas, el Gobierno de Sudáfrica nunca ha condenado la invasión de Ucrania, y ayer su presidente, Cyril Ramaphosa, se limitó a hacer un llamamiento al diálogo y la negociación “para resolver pacíficamente los conflictos en todo el mundo”.
Tampoco India está interesada en hacer piña con Occidente contra Rusia, a la que la unen estrechos vínculos comerciales, energéticos –el país ha cuadruplicado sus compras de petróleo ruso desde que estalló la guerra– y militares.
Ayer, su líder Narendra Modi pasó de puntillas por el conflicto y se centró en resaltar el valor de la cooperación entre los Brics para impulsar la recuperación económica. Fruto de esta colaboración, subrayó el establecimiento de un centro de investigación y desarrollo de vacunas o el reconocimiento mutuo de productos farmacéuticos que benefician a los más de 3.000 millones de habitantes de estos cinco países, que juntos representan el 23% de la economía mundial.
Desde su fundación en el 2009, los Brics, a los que se unió Sudáfrica en el 2011, reclaman una mayor representación de las economías emergentes en las instituciones mundiales, que consideran que están desproporcionadamente dominadas por los poderes occidentales.
Pero aunque les unen ciertos objetivos comunes, también son notables las diferencias de sus sistemas políticos y económicos o los intereses geopolíticos de cada uno –incluidos conflictos territoriales como el que mantienen China e India–, lo que en la práctica les ha privado de lograr avances tangibles.