El Gobierno es como un niño.
Desaplicado. Ese niño que desde enero a noviembre se desentiende de los
deberes para ensimismarse en la play, y cuando observa que ya es Navidad
en El Corte Inglés y ve venir a Papá Noel decide cambiar de actitud y
hacer méritos para obtener la recompensa. Demasiado tarde.
El
Gobierno regional está dispuesto a confesar sus pecados. Todavía no en
público. En petit comité. De momento, ante ciertos agentes sociales,
ante los periodistas y más decididamente ante la propia Plataforma
Prosoterramiento.
—Ave María Purísima —saludan los responsables de la gobernación al abrirse la ventanita del confesionario.
—¿De qué os acusáis, hijos míos?
—Durante
muchos años hemos hecho caso omiso a las justas reivindicaciones de los
vecinos afectados por el trazado de las vías del tren. Les hemos
prometido reiteradamente la razonable solución para el problema, pero
hemos incumplido una y otra vez nuestros compromisos, en unas ocasiones
con pretextos de la más diversa índole y otras con el simple olvido.
Merecemos esta penitencia.
—Entonces ¿aceptáis que carecéis de toda credibilidad cuando ahora prometéis una solución integral inmediata?
—Admitimos
que carecemos de credibilidad. Hacen bien los vecinos en tomar
precauciones. No por los actuales gestores, que estamos decididos a
zanjar el problema de acuerdo a lo que ellos exigen, sino por el inmenso
historial de decepciones que han sufrido de nuestros antecesores.
—Pero
aceptaréis que vosotros mismos, es decir, los gestores actuales,
estabais decididos a que el Ave llegara a Murcia en superficie,
postergando a fechas imprecisas la acometida del soterramiento.
—Así
es. Pero ha sido la movilización de la Plataforma la que nos ha dado
fuerzas ante el Gobierno de Madrid para que el soterramiento pueda ser
una realidad inmediata. De ellos es todo el mérito, lo admitimos.
—¿Y?
—Ya
hemos conseguido que el Gobierno central programe el soterramiento. El
triunfo es de la Plataforma. Pueden ponerse las medallas. No nos
importa. Lo que importa es que llegue el Ave soterrado, y que llegue ya.
—¿Y cómo pueden creer en la Plataforma que antes no y ahora sí?
—Les
pedimos que esperen a verlo por sus propios ojos. Sabemos que necesitan
la prueba de Santo Tomás. Que hagan algo así como una tregua, que se
incorporen a una comisión de seguimiento para que puedan constatar el
avance del proceso anunciado por el ministerio y que, si en algún
momento detectan que hay un nuevo incumplimiento o una dilación sobre lo
comprometido, que lo denuncien. Pero, mientras tanto, que colaboren y
observen. Dispondrán de toda la información, la misma que maneja el
ministerio, Adif y el Gobierno regional. En tiempo real.
—Una cuestión de fe. Nuevamente una cuestión de fe.
-Sí,
pero una fe que pronto, este mismo mes de octubre, se podrá comprobar
que no se basa en intangibles. Empezaremos las obras del soterramiento, y
la gente lo verá.
—Claro, porque en dos años habrá elecciones.
—No.
Porque el ministro De la Serna es un hombre de palabra. Y porque la
actual dirección de Adif es abierta y transparente, no como la anterior,
ante la que el propio Gobierno regional se estrellaba.
—O sea, que antes eran malos, y ahora son buenos. De la noche a la mañana.
—No
sabemos cómo eran antes, en los anteriores Gobiernos. Ahora son de ley,
y están decididos a cumplir sus compromisos. No creemos que nos engañen
a nosotros.
—Ah. ¿Hay alguna sospecha en el Gobierno regional de que
pueda ser engañado por el Gobierno central? De ser así, se explicaría
con más motivo el escepticismo de la Plataforma.
—No creemos que no
engañen. Todo se va a resolver, pero existe un solo inconveniente, que
ahora no procede del Gobierno, sino de la propia Plataforma.
—¿Que ésta pueda morir de éxito?
—Exacto.
Que se pasen de frenada. Ya han obtenido lo que querían. Se lo
reconocemos. El mérito es suyo. Pero pueden estropearlo todo si
mantienen acciones de boicot a las obras y obligan a que la contratista
se retire. Habría que empezar un nuevo procedimiento de licitación, y es
improbable que otras empresas acudieran al mismo a la vista de los
antecedentes, aparte de la dilación que esto supondría para la llegada
del Ave.
—Para que el problema se disipe sólo habría que trasladar a
la Plataforma que todas sus reivindicaciones han sido aceptadas. Y
punto.
—Todas, no. Es imposible. No vamos a interrumpir durante los
años que duren las obras del soterramiento las comunicaciones
ferroviarias de la Región.
—¿Ni siquiera con las alternativas que ellos aportan?
—Son impracticables.
Humildad relativa. El
anterior diálogo es, naturalmente, ficticio, pero resume en un mix
prácticamente literal distintas conversaciones mantenidas con varios
consejeros del Gobierno y con representantes institucionales del PP.
En
síntesis, el Gobierno regional está dispuesto, pues, a atribuir todo el
mérito del soterramiento a la Plataforma y a la movilización vecinal. Y
empieza a aceptar casi públicamente que hasta ahora no ha estado a la
altura de su necesario compromiso con los ciudadanos. Es un baño de
realidad, hasta una exhibición insólita de humildad, aunque considerar
otro enfoque sería ya, a estas alturas, un delirio.
Véase el cartel del
artista Vicente Martínez Gadea que se reproduce en estas páginas, en el
que se constata que las promesas del PP acerca del soterramiento de las
vías ferroviarias proceden de finales del siglo XX (ahí está la maldita
hemeroteca), mucho antes de que se planificara el Ave a Murcia. La
batalla de la credibilidad está, pues, perdida. Y no tienen más remedio
que admitirlo. En consecuencia, también están obligados a comprender el
escepticismo ciudadano respecto al ´ahora sí que sí´.
Sin
embargo, hay flecos que no encajan en esta actitud. No es ni normal que
los diputados nacionales del PP se hayan venido pronunciando con un
exceso de suficiencia. Algunos, como Francisco Bernabé debieran
permanecer prudentemente callados, dada su responsabilidad anterior en
Fomento y las consecuentes frustraciones que trajo su gestión antes de
que le dieran la patada hacia el Congreso.
Otros, como Teodoro García,
parecen hablar desde las nubes, y no digamos Isabel Borrego, cuyo mérito
para ser diputada por Murcia es ser la esposa del voluntarioso
componedor en la Fiscalía del Estado Vicente Martínez Pujalte, imputado
por tráfico de influencias; una diputada de ocasión que parece decidida a
ilustrarnos sobre las bondades universales del tren Ave, como si nos
remitiera a alguna enciclopedia.
Ballesta, en perfil bajo. Tampoco
parece que la Administración municipal esté a la altura. El alcalde,
José Ballesta, está como desaparecido, y sólo se expresa en frases de
respuesta a las acciones de la Plataforma. El alcalde que prometió
celebrar plenos en la calle, compartir conversaciones con los vecinos en
las plazas públicas y abrir las instalaciones del Ayuntamiento a las
visitas ciudadanas, está sufriendo la reprobación pública en las
manifestaciones de los vecinos del sur («Ballesta, dimisión», «Ballesta,
el muro en tu puerta») sin hacer algo por ganarse el aprecio de esa
franja vecinal con algún gesto brillante, al margen de la disciplina
férrea a su partido, cuando inicialmente se nos presentó como una pieza
con criterio independiente.
Su antecesor, Cámara, que se mereció con más
y más probados méritos el reproche público, tanto por su ineptitud en
la gestión como por su implicación en distintos casos de supuesta
corrupción y su curiosa fobia al uso de los cajeros automáticos, nunca
recibió tantas diatribas. ¿Quién asesora a Ballesta? La decisión
municipal de dejar en manos del concejal de Fomento, Roque Ortiz, las
relaciones de intermediación con la Plataforma tal vez sea correcta
desde el punto de vista de las competencias institucionales, pero es
obvio que se trata de una personalidad entre cuyas muchas virtudes no le
es reconocida la paciencia ni la templanza para abordar diálogos
delicados y complejos que exigen ponerse en el lugar del otro.
Y la batalla del Corredor.
El Gobierno regional, por otra parte, no ceja. Porque a la batalla del
Ave, aún irresuelta, se añadirá pronto (se ha añadido ya) la del trazado
del Corredor Mediterráneo, que acompañará a aquél en las vías
subterráneas a su paso por Murcia, aunque las normas generales lo
desaconsejan, salvo en casos excepcionales. ¿Será Murcia un caso
excepcional? En la Plataforma no están dispuestos a que se considere
como tal, y exigen un bypass, es decir, una vía periférica para impedir
que mercancías que puedan considerarse peligrosas puedan circular por
zonas densamente habitadas, como los barrios del sur.
Ahí, digo, se
prevé otra batalla, que con mucha probabilidad volverán a ganar los
vecinos para que finalmente el Gobierno admita que hay que hacer otro
trazado. Y el problema político es que esa lucha ya está empezando antes
de que cese la del soterramiento, si es que cesara ante los hechos
consumados que calcula el Gobierno. Lo cierto es que ya no sorprende
esta insistencia en aceptar los ´males menores´ que promueve el Gobierno
de Madrid sin que haya una mínima resistencia desde el de Murcia.
Como
tampoco que las organizaciones empresariales y ciertos colegios
profesionales en órbita gubernamental (al menos, sus direcciones) se
muestren tan plenamente seguidistas de las ´soluciones fáciles´, que
parecen aceptar por razones de urgencia sin prever la máxima excelencia
que requiere toda planificación de las infraestructuras que han de
servir a varias generaciones.
El Gobierno es como un niño que se
empeña en no hacer los deberes, salvo cuando ve venir el castigo.
Resultado: cero credibilidad, y doble esfuerzo para reponerla. Si no
espabilan, perderán los dos cursos que quedan para acabar la carrera, a
no ser que dejen de incurrir en la lectura paródica del lema de la
Plataforma: «La sociedad por arriba, el Gobierno por abajo».
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/10/08/gobierno-credito/865730.html