El desbarajuste del PSOE nos interesa a todos. Todos somos lo que los ingleses llaman stakeholders
en el asunto. Lo son desde luego los militantes, también los votantes y
simpatizantes, los no votantes y hasta los "antipatizantes". El PSOE es
un puntal del Estado, partido de gobierno, con amplia experiencia y
larga historia, el más antiguo del sistema político. Interesa a todos y
todos podemos opinar con igual derecho. Excluir a los de fuera en un
partido democrático no es práctica aceptable. ¿Quiénes son los "de
fuera" y quién lo determina? ¿Lo son los ciudadanos en general? ¿Los
simpatizantes? ¿Los votantes? A lo mejor resultan ser hasta los
militantes. Es lo que suelen pensar las oligarquías y algo así parece
suponer la junta llamada Gestora en medio de la borrasca que ella misma
ha provocado.
En
este momento parece haber tres corrientes en el PSOE, como siempre: la
dirección, constituida mediante un golpe de mano y empeñada en que el
PSOE haga presidente del gobierno a Rajoy; un sector muy numeroso y
creciente de la militancia que está organizándose y planteando que se
respete el NO es NO del CF; y un sector intermedio de neutrales o
equidistantes que se lamentan por la unidad partidista rota como Boabdil
por la pérdida de Granada y pide recomponerla, generalmente cargando
contra la víctima del atropello, que fue Sánchez. Innecesario decirlo,
Palinuro, que no es militante y solo ocasionalmente simpatizante del
PSOE apoya la segunda opción. Es un derecho democrático fundamental de
la militancia hacerse oír. De ahí las campañas que se han iniciado en change.org
(hay varias), la de Twitter con hastags como #Decide,
#QueNadieDecidaXTi, #ConsultaALaMilitancia, #DeTodosDepende, las de
otros grupos, la del alcalde de Jun. En este momento hay en marcha una
rebelión de las bases.
La
cuestión en litigio es confusa, deliberadamente confusa, porque mezcla
dos conflictos: el interno del PSOE en las luchas por el poder, la
secretaría general, los puestos, etc y el externo de si se mantiene el
NO es NO. El primero, el interno, los tejemanejes, si Susana Díaz es
una trepa ambiciosa o una líder esclarecida; si Sánchez, en el fondo, es
un simple o un político honrado de los que ya no hay; si los barones
son los "cuerpos intermedios" que juzgan en los asuntos de tiranicidios o
unos vulgares caciques atentos a sus territorios.
Todo esto interesará a
los afectados y quizá a los militantes, pero al resto del personal le
es indiferente. Lo que la ciudadanía quiere son partidos de trayectoria
clara y, a ser posible, limpia, bien organizados, unidos, capaces de
formular un programa viable con unidad de voluntad.
El
segundo conflicto, el de la abstención está muy claro. Todo el mundo
sabe que Sánchez cayó al haber levantado la sospecha de estar en tratos
con el maligno separatista y sus tontos útiles de Podemos. Es
posible que este juicio de intenciones sea cierto, pero no deja de ser
un juicio de intenciones. Cualquiera puede formular otro y achacárselo
igualmente a Sánchez, por ejemplo, que una actitud dialogante con el
independentismo pueda dar buenos resultados, quién sabe.
Si
hay un movimiento de rechazo en las bases del PSOE, la Gestora está
obligada a prestar atención y buscar una fórmula de entendimiento. Se
dirá que el CF no tiene por qué escuchar una opinión que nadie ha pedido
en tanto no haya que elegirlo de nuevo. A su vez las bases pueden decir
que su opinión es vinculante pues el CF pretende revisar una decisión
trascendental con la que ellas estaban de acuerdo y hacerlo por un
procedimiento torticero.
En
el fondo, el asunto es más complejo de lo que se deduce de lo
anterior. La abstención del PSOE no solo abre el camino a un gobierno
del PP, sino a un fracaso seguro. Justo en el momento en que el país
necesita un gobierno sólido, capaz de encontrar una salida a la cuestión
catalana, se inviste uno en minoría, debilitado e inseguro porque
pasará más tiempo defendiéndose en los tribunales que gobernando.
Un
gobierno organizado y sustentado por un partido que es una presunta
organización delictiva. Y ese gobierno mancado querrá resolver la
cuestión catalana por los medios que le son familiares: el
enfrentamiento, la represión. Abstenerse es condenar a todos a cuatro
años más de este dislate de una gente cuya idea de país se llama Gürtel.
En manos de las bases está que el PSOE no se haga cómplice de la presunta delincuencia organizada.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED