Según avanza el sainete de la
investidura, más y mejor se expresa el inimitable carácter de Rajoy.
Nada está nunca claro, sino todo confuso, sin término, pendiente de
nadie sabe qué. La pauta es esperar el punto de podredumbre. A base de
no decir, no hacer y, probablemente, no pensar. El país se gobierna como
la Diputación de Pontevedra, porque lo local es universal, según se
prueba en el Quijote, lectura que, lamentablemente, no puede aventajar al Marca.
La dignidad del cargo, medida según el criterio de Rajoy y no el de los
demás, exige reposo y circunspección.
Si quisiera ir rápido, Rajoy
podría hacer esa consulta por medios telemáticos, que se lo expliquen.
Pero no es el caso. Hay que seguir aguardando y ese mozo, Rivera, puede
enfriar sus prisas ya que sus seis condiciones se estudiarán en su
momento en el órgano correspondiente. Y, luego ya se verá. Que se asen a
la parrilla de agosto estos impertinentes. Además, si se fracasa en la
composición de gobierno, pues los vascos y los catalanes no dan sus
brazos a torcer, siempre se puede culpar a Sánchez y lanzar al país a
las terceras elecciones.
La
joven promesa Rivera lleva camino de ser la novia en todos los
matrimonios ratos y acabar como muerto en el funeral, apenas bautizado.
Parece un becario en busca de un hueco en la empresa. Su función es la
del señuelo: hay que poner al PSOE a tiro del PP con la abstención. Cómo
son las cosas. Pesan más 85 abstenciones que 32 votos contantes y
sonantes de unos diputados complacientes, dispuestos a decir lo que les
indiquen. 170 votos reúne Rajoy y, si vascos y catalanes e tutti quanti
se mantienen en el "no", la abstención del PSOE es vital para Rajoy.
Rivera seguramente es muy responsable en su vida privada pero en la
pública, sin el PSOE, no pinta nada.
En
su ayuda llega Felipe González con una injerencia descomunal que ha
sonado como un trallazo entre su propia peña. Porque, al decir que el
acto de Rivera es el primero responsable tacha de irresponsables los de
los demás, incluidos los de la dirección de su partido. Me atrevo a
decir que González ha perdido el escaso respeto de que aún gozaba entre
los militantes y votantes socialistas. Los órganos colegiados han
protestado. La defensa del expresidente es clara: ¿acaso no tiene
derecho a expresar su opinión personal sobre un dirigente político? Por
supuesto. Como si quiere decir que Rajoy supera a Demóstenes. En efecto,
es su opinión personal. Punto.
Pero NO es NO.
Los
de Podemos bombardean al PSOE desde sus muchos medios con la cantinela
de que mire a la izquierda, que "los números dan". Pero no hacen nada
por ser más específicos, por proponer algún tipo de diálogo o
intercambio. En el fondo prefieren que el PSOE facilite el gobierno del
PP porque, si se forma uno de izquierdas, él tendrá que realizar una
función secundaria, algo que los estrategas del sorpasso (la única razón de ser de Podemos) no pueden soportar.
En
el PSOE, en este momento, están como en El Álamo, que no se rinde. NO
es NO. Y si es NO, Rajoy no podrá formar gobierno y el sainete entrará
en un fase agitada. El presidente de los sobresueldos no querrá ir a la
investidura, pero tampoco querrá no ir a la investidura, no habrá fecha
para la investidura ni para nada. Se terminarán las vacaciones, llegará
un septiembre explosivo en Cataluña mientras en España no habrá gobierno
ni tampoco fecha para unas elecciones inevitables. Y todo porque las
cosas no han alcanzado el punto de podredumbre en el que Rajoy toma una
decisión.
I. Muchos comunistas emplean el
término "anticomunismo", al que suelen añadir el refuerzo de "visceral",
como una descalificación no necesitada de más precisiones. El
anticomunista se condena solo. Es un irracional, movido por oscuros
intereses, probablemente un frenético reaccionario, en último término un
enfermo mental. Por eso, en la Unión Soviética no era raro que
recluyeran a los anticomunistas en psiquiátricos. Sin embargo, el
anticomunismo puede ser, y es, una actitud muy racional, equilibrada,
democrática y legítima. Como el antifascismo o el antibelicismo o el
anticlericalismo. Puede ser -y es- tan normal y aceptable como el
comunismo, el feminismo o el animalismo. Cierto que hay anticomunistas viscerales. Como hay comunistas viscerales. Que los anticomunistas tengan vísceras no quiere decir que todos piensen con ellas. Igual que los comunistas.
II.
El anticomunismo suele ser contrario al marxismo-leninismo, al que
muchos comunistas (unos más claramente que otros) consideran la esencia
de su doctrina y también del marxismo. Pero esa visión no tiene por qué
ser cierta. Otros pueden considerar que el marxismo-leninismo es una
deformación, una interpretación errónea y hasta una caricatura del
marxismo. Y eso no los convierte en reaccionarios ni en agentes de la
CIA. Para los dogmáticos, todo lo que no es el dogma es error o
traición. Para otros, el error puede estar en el dogma. La Iglesia
católica, muy parecida al comunismo en estos predicamentos, es un buen
ejemplo.
III.
El marxismo-leninismo, el bolchevismo, el comunismo surge en oposición
al socialismo democrático de la II Internacional, acusado de traición;
en oposición a la socialdemocracia. Esa fue la gran división del
movimiento obrero en el siglo XX con una socialdemocracia poderosa (hoy
muy alicaída) y un comunismo enclenque. En la mayoría de los países
occidentales, excepto España, Portugal y algún otro, el comunismo ha
desaparecido o se ha disfrazado de otra cosa. Pero en él vive el
enfrentamiento originario y un notable revanchismo que suele llevarlo a
romper la unidad de la izquierda y facilitar el gobierno de la derecha.
IV.
Resulta sorprendente que una doctrina fracasada (ha hecho incluso algo
peor que fracasar) en todas las partes en donde se ha practicado, siga
teniendo tan relativa buena prensa. Rara vez se recuerdan las
monstruosidades de los países del comunismo realmente existente.
Apenas se reconoce el hundimiento del comunismo como un efecto de lo
erróneo de su doctrina. Se rechaza por falsa (y anticomunista visceral)
toda asimilación del totalitarismo comunista con el nazi, siendo así
que dicha asimilación tiene muchos visos de verosimiltud, aunque no
todos. Al contrario, si no se hacen muchas indagaciones, el comunismo
pasa por una doctrina viable, democrática y cargada de razones
históricas. Sorprendente a la vista de lo que abrumadoramente muestra la
experiencia.
V. La
explicación de la paradoja puede estar en el prolongado efecto que ha
tenido el uso magistral de la propaganda por los comunistas. En este
capítulo, estos no tienen nada que envidiar a los nazis y a la Iglesia
católica, la creadora del término. Los comunistas, tanto los realmente existentes como los realmente militantes han
vivido y viven en dos mundos contrapuestos: el de la realidad y el de
la propaganda que, en rigor, es la fantasía. Esto es muy frecuente. "No
solo de pan vive el hombre", dice Cristo, "sino también de la palabra
del Señor". Y la palabra del Señor puede tener muchas formas, infinitas;
si no, no sería el Señor. Por ejemplo, puede vivir de la fantasía de
una sociedad comunista, sin clases, propiedad privada ni Estado. Y, con
tan nobles fines, ¿quién reparará en la futesa de preguntar por los
medios? Para eso está la propaganda.
VI.
Y los intelectuales, que lo de la propaganda lo bordan porque lo
subliman. Es asombrosa la cantidad de intelectuales y artistas que
ocuparon buena parte del siglo XX en defender el comunismo como tierra
de promisión y que luego se enredaron en controversias doctrinales de un
marxismo escolástico. Los intelectuales han tenido siempre más peso en
el continente que en el ámbito anglosajón; y se nota. En el continente,
han tenido más peso en los países latinos que en los septentrionales.
Aquí, los intelectuales conservan vínculos con el sacerdocio, por eso el
carácter casi sacral de su propaganda con sus ritos, sus tradiciones,
sus leyendas y su culto a los antepasados.
VII.
Cuando la propaganda no da para más y hay que responder al reto de
explicar por qué se hundió el tinglado, suele acudirse al peregrino
argumento de que la Unión Soviética y sus excrecencias no eran
comunistas de verdad. Es decir, el comunismo realmente existente pasaba a ser el realmente inexistente.
Palinuro ha leído, incluso, que Stalin era anticomunista. Esto pueden
decirlo los trostkystas, pero es solo porque consideran que ellos son
los verdaderos comunistas, siendo Stalin un burócrata. Lo cual parece
invitarnos a los observadores escépticos a ponernos del lado del
trotskysmo, cosa imposible para quien no cree en el comunismo leninista,
que es el único verdadero. Por cierto, de explicaciones racionales del
hundimiento del comunismo, ni una. Lo que no está mal para una doctrina
que, además de pensarse como una "guía para la acción", se considera
método y método científico.
VIII.
Explicaciones completas no hay, pero sí retazos, ramalazos. El más
socorrido es el del desajuste entre la teoría y la práctica. El
marxismo, incluso el marxismo-leninismo, es correcto pero la práctica,
su aplicación a la realidad, ha fallado. Es el tema del ensayo de Kant
"sobre la propuesta de 'eso está muy bien en la teoría pero luego no
funciona'". Un enfoque pragmático en el más elevado sentido, induce a
pensar que si una teoría no funciona en la práctica es falsa. Pero el
pragmatismo no es creencia de obligada profesión. También cabe echar la
culpa del fracaso a la realidad. Y tampoco es tan absurdo, dado que la
realidad es muy cambiante.
IX.
Agotados los argumentos de carácter general, los comunistas arremeten
contra los anticomunistas por el lado de lo personal, en los ataques ad hominem
prejuzgando sus motivaciones y prejuzgándolas malévolamente. Hay una
prueba que confirma la licitud de estos recursos más bien inferiores:
atacar al comunismo en un mundo de capitalismo bestial, inhumano,
desbocado, muestra complicidad con quienes se benefician de esta fiesta.
Ser anticomunista no es ser procapitalista. Este maniqueísmo es
lamentable. Muchos anarquistas son anticomunistas y muchos
izquierdistas, también. Es más, muchos marxistas son anticomunistas.
Parece mentira que sea preciso recordar esto a unas gentes que dicen
haber descubierto el pluralismo, pero todavía deben de creer que es un estilo de natación.
X.
El anticomunismo opuesto a la doctrina comunista no es por eso mismo
procapitalismo porque, entre otras cosas, el capitalismo no es una
doctrina. Es una de las formas que, de modo espontáneo, han tomado las
relaciones de intercambio en un largo sucederse unas a otras a lo largo
de la historia. Por descontado que tiene sus teorías, fórmulas, claves y
hasta lenguaje. Pero no es una doctrina que alguien se haya sacado de
la cabeza y plasmado en un cuerpo sistemático. El capitalismo es también
una forma de vida, aquella en la que nos encontramos hoy y no tenemos
por qué juzgarla más aceptable que las fórmulas sustitutorias de
propaganda. Conozco capitalistas que dicen ser comunistas y comunistas
que se comportan como capitalistas. La sociedad es compleja. Un
verdadero barullo. Las motivaciones de cada cual, vaya el diablo cojuelo
a averiguarlas, levantando los tejados de las casas y las caretas de
los líderes. Por eso parece prudente reconocer a los anticomunistas su
derecho a postular su posición de modo razonado y argumentado y no
negarles toda capacidad de raciocinio o considerarlos agentes del
maligno.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED