Su imponente figura ha sido admirada desde hace varias generaciones y su
monumentalidad lo convierte en uno de los edificios más visitados de
toda la costa española. El faro de Cabo de Palos cumple 150 años y lo
hace, como siempre lo ha hecho, desde una altura de 80 metros sobre el
mar, al que observan desafiante los miles de barcos que ha ayudado
a su paso por este rincón repleto de maravillosos
fondos marinos.
Los
residentes de la zona saben que representa algo más que una torre y se
ha convertido en un símbolo del litoral español, en un pueblo de
pescadores que ha resistido a muchos envites y que ha sido el mejor
testigo presencial de decenas de naufragios de barcos, que ahora
observan su esbelta figura desde las profundidades.
Se iluminó el 31 de
enero de 1865 gracias a una lámpara de aceite, y desde entonces no ha
dejado de mostrar el camino de los buques mercantes, de pasajeros y de
recreo gracias a unos destellos que en las noches más claras llegan a
superar las 30 millas náuticas.
Para poder disfrutar de una de las mejores vistas de toda la costa mediterránea hay que subir a pie sus 260 escalones. Antiguamente el farero dormía en la cima para evitar que nunca se apagara
la luz, un lugar no exento de aguantar duras condiciones climatológicas que no permitían mucho tiempo al descanso. Pero capitanes, pescadores o cruceristas se encuentran más tranquilos cuando ven el faro en funcionamiento.
La historia del faro da para mucho. Desde que el 31 de enero de 1865
encendiera su luz, no ha vuelto a fallar a los navegantes, aunque pocos
saben que su funcionamiento estuvo interrumpido hace más de una década
durante una hora debido a dos rayos que cayeron y quemaron todos los
aparatos electrónicos de las viviendas e hizo explotar la bombilla que
estaba en funcionamiento.
Desde entonces se han tomado medidas y hoy es
casi imposible que vuelva a suceder. En su exterior se ha montado una
jaula de Faraday, que protege a la torre de cualquier descarga eléctrica
que pueda provocar algún deterioro. Además, dentro del recinto del faro
existen dos grupos electrógenos que están preparados por si hubiera
alguna avería eléctrica. Mucho se ha avanzado desde que en 1960 se
instalara su primer tendido eléctrico, que también dio servicio al
pueblo, repleto en esa época de pescadores.
Mucho ha llovido desde
que su construcción se iniciara en tiempos de Isabel II, consciente de
que había que mejorar las señalizaciones costeras. En un principio se
iba a construir en las Islas Hormigas pero por la dificultad en
el traslado de los materiales y la escasa superficie se declinó esa
opción.
Construido con sillería de piedra —una manera de tallar la
piedra en grandes bloques—se levantó sobre dos pisos donde se pensó
inicialmente hacer una escuela de fareros, pero finalmente se
convirtieron en viviendas en las que en la actualidad viven cuatro
familias.
Sus cuatro muros han sido testigos desde entonces de numerosos
temporales e historias trágicas que han acabado con los barcos
sumergidos en los arrecifes de la zona. El más conocido fue el
hundimiento del trasatlántico italiano Sirio en 1906, en el que fallecieron 550 personas, una acontecimiento que se compara con el del famoso Titanic ya que hasta el momento ha sido el mayor accidente civil de navegación en las costas españolas.
En el interior se respira, como no podía ser de otra forma,
ambiente marinero y la cantidad de luz que entra por todas las ventanas
en los días claros es difícil de igualar por cualquier vivienda de la
zona. El ruido del viento y de las olas le muestra al inquilino que está
alejado del mundanal ruido y que las vistas son inmejorables.
El trasiego diario en la base del faro es un no parar. Desde las ocho
de la mañana se puede comprobar como senderistas, ciclistas o
visitantes recorren los últimos metros de subida para ver las bonitas
vistas en las que se puede ver La Manga al completo. Hasta que llega la
noche es un continuo ir y venir de personas, una situación que se
multiplica en verano, cuando miles de personas no pueden dejar de
visitarlo por su arquitectura singular y majestuosa, que lo han
convertido en uno de los más bonitos monumentos de toda la costa
mediterránea.
“Es increíble, pero a las siete de la mañana ya hay gente
paseando por aquí. Vienen turistas y vecinos durante todo el día,
incluso el tren turístico de La Manga viene durante todo el invierno
para mostrar el faro a los viajeros del imserso”, relata con
satisfacción el farero, gallego, Jesús Álvarez, quien reconoce que ni recuerda las veces que
cada día le tocan el timbre de la vivienda para preguntar si se puede
subir y que en alguna ocasión “hay turistas que han entrado y nos las
hemos encontrado dentro de la vivienda”, relata entre risas.
Jesús reside desde 1986 en el edificio de dos plantas que se sitúa en la base del faro.
Junto a él, tres familias más, de los encargados de mantenimiento de ocho de la mañana a dos de la tarde, aunque un teléfono les recuerda
que siempre están alerta por si hubiera alguna emergencia."No subimos todos los días y sólo lo hacemos para hacer revisiones, ya
que todos los faros están automatizados y tenemos sofisticados equipos
para poder controlar todo su funcionamiento".
Desde
hace 150 años el faro de Cabo de Palos es el vigía, el punto de
referencia del Rincón de San Ginés, donde su majestuosidad y su
imponente altura han marcado el pasado de un pueblo de pescadores, que no
entienden su historia sin su hermosa torre.
(*) Redactor de
La Voz de La Manga