MADRID. “El precio de la droga ha bajado entre un 10 a un 30% desde el comienzo de la crisis. También se adapta al mercado”, dice Daniel Muñoz,
terapeuta con 59 años de Proyecto Hombre (PH) Murcia. Casi tanto como
el de la vivienda, que ha caído de media un 30% desde el estallido de la
burbuja en 2008.
“Cuando veo a jóvenes de 20 años entrar al
programa de Proyecto Hombre les envidio de verdad. Si entonces hubiera
sido capaz de dar este paso no hubiera perdido mi casa, mi coche, algunos trabajos y casi a mi mujer y a mi hijo”, comenta J. A. R., antiguo pintor de brocha gorda de 33 años, que ahora se dedica a “hacer chapuzas”.
“Bienvenido a Murcia, corazón de la quiebra del boom
inmobiliario en España, donde las ejecuciones hipotecarias barren la
región y las pérdidas están ahogando los balances de la mayoría de
bancos españoles”, describió el periodista Miles Brignall en un artículo para el diario británico The Guardian.
Urbanizaciones fantasmas con miles de apartamentos, campos de golf,
solares, edificios abandonados y a medio levantar hilvanan el paisaje de
esta región, una de las más desérticas de España. El sol y la costa
terminaron saliendo caros. La quiebra de la principal promotora
responsable de esta fiebre inmobiliaria, Polaris World, le costó 1.170 millones de activos en suelo y vivienda a la CAM, el Banco de Valencia y el Banco Popular.
Albañiles, yeseros, encofraderos...adictos
En la actualidad, la Región de Murcia cuenta con más de 30.000 viviendas nuevas sin vender, cascarones vacíos que la convierten
en la segunda región de España después de la Comunidad Valenciana con
más parque de nuevos apartamentos sin enajenar, según el Ministerio de
Fomento y los Servicios de Estudios de CatalunyaCaixa.
Todas
estas construcciones fueron levantadas, aherrojadas, diseñadas, pintadas
y alicatadas por cientos de miles de albañiles, yeseros, encofradores,
oficiales de albañilería, pintores, promotores, constructores,
carpinteros y arquitectos, entre otros.
Como muchos de ellos, J. A. R., después de abandonar su educación a los 14 años, se enredó en la noche, la fiesta, y el consumo de alcohol y cocaína
con el dinero que ganaba como pintor. “La primera vez que probé la
cocaína me la ofreció mi jefe en una cena de empresa con 16 años. Siempre buscas esa primera vez que nunca vuelve”, explica este hombre vivaz y de ojos castaños.
Este usuario de Proyecto Hombre con 12 meses de programa a sus
espaldas decidió incorporarse al proyecto cuando se había separado de su
mujer e hijo, quien le preguntaba “Papá, ¿por qué tienes esa cara tan rara?”
cuando le veía con la mandíbula desencajada por el consumo de coca, y
se vio dispuesto a robar y empeñar las joyas de su madre. “Lo peor fue
cuando entré a pintar en una de las tres viviendas del barrio de los
gitanos de La Fama. Me dieron un calcetín con la coca y me dijeron: `toma cuanto quieras´”. Al mes les debía 18.000 euros y tuve que venderlo todo para que no me mataran”.
Mientras
que J. A. R. pintaba en la barriada de La Fama se enteró de cómo
policías, jueces y abogados hacían una llamada a los gitanos que habitan
las famosas tres viviendas y estos bajaban rápidamente a la esquina
siguiente para vender la mercancía. “La redada del otro día en La Fama
(el pasado 22 de noviembre nueve personas resultaron detenidas) estaba pactada. Llamaron a la Loles para que entregara a unos cuantos y todo resuelto”, explica el pintor.
El segundo país en consumo de cocaína
El Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías -agencia de la Unión Europea- sitúa a España como el segundo país europeo mayor consumidor de cocaína
en 2013 tras Reino Unido, la Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefacientes de Naciones Unidas estima que somos el líder mundial en
el uso de esta sustancia.
“Además del programa base, a partir de
1994 comenzamos con el programa nocturno con el que la gente puede
continuar con su trabajo y su vida normal porque nos empezamos a dar
cuenta de que el drogodependiente ya no era el sin techo heroinómano, sino que la droga, sobre todo la cocaína, se estaba normalizando”, explica Daniel, el terapeuta de Proyecto Hombre.
“Los estragos de la heroína son terribles en el cuerpo, la gente se
queda consumida, en los huesos, pero la cabeza la tienen bien. El problema de la cocaína es la cantidad de trastornos mentales que provoca: bipolaridad, esquizofrenia, paranoia, ansiedad generalizada”, continúa este educador que lleva 20 años trabajando.
“Al menos les doy siete pastillas a cada uno antes de dormir, sobre todo Lyrica, Ziprexa y Orfidal”, detalla Cristina Sánchez,
una entre el centenar de voluntarios que permite que este proyecto
funcione, sobre la rutina nocturna con los usuarios que viven en el piso
de la ONG de forma continua.
“Lo que más me ha impresionado durante estos cuatro años ha sido comprobar la capacidad de volver a empezar en gente que lo ha perdido todo,
desde el trabajo y el dinero hasta los vínculos sociales y familiares”,
señala esta traductora de alemán. “Cuando empecé a ser voluntaria en
2009 al menos el 90% de las personas que vivían en el piso de Proyecto
Hombre habían trabajado en la construcción; ahora serán más de la
mitad”, añade Cristina.
Demasiado dinero
J.
A. R. detalla que en todas las obras en las que trabajó durante más de
quince años ya fuera como pintor, albañil, soldador o amasador de
cemento, bastante más de la mitad de sus compañeros consumía alcohol y cocaína,
también durante las horas de faena. “A mediodía poníamos un fondo común
o cada uno pedía una o más micras (gramos) y le pillábamos al camello
de Cartagena. Después de comer nos empezábamos a poner las primeras
rayas y seguíamos trabajando. Después del curro seguíamos consumiendo de
juerga. También veía como los encargados y los jefes se metían al
servicio y salían como una moto de allí”, recuerda el pintor.
I. J. empezó a trabajar como yesero, como su padre, con 14 años. A los dos años, con 16, se independizó y ya consumía alcohol, cocaína y cannabis.
Como tantos otros albañiles, con el dinero corriendo rápido y con
sueldos de 3.000 euros mensuales, llegó a contratar a otros albañiles y
montó una pequeña empresa.
En una ocasión, entre las cuatro de la tarde y las siete de la mañana se había fundido 1.800 euros en la farra.
Su novia lo abandonó. Estuvo tres años viviendo en casa de sus padres y
consumiendo drogas en su habitación sin hacer nada más que plantar
hachís y venderlo para hacerse con la coca antes de entrar en el
programa nocturno de la ONG. “Mi sensación constante era la de que mi ex
novia y mi familia eran unos pesados y sólo se querían meter en mi vida
para que dejara de drogarme. Me desesperaban”, cuenta este joven de 30 años con tupé, chupa de cuero y ojos negros.
“Desde
que estoy en el programa nocturno no he tenido recaídas y he logrado
mantener mi trabajo de camarero. He perdido muchos curros cuando me
drogaba por la agresividad y la impulsividad que era incapaz de controlar”, añade I. J.
Aspirar a un trabajo estable
La
región de Murcia también supera en cuatro puntos porcentuales la media
del país en tasa de paro con un 30%. En la última Evaluación
Internacional de Estudiantes de la OCDE (PISA 2012), la región también
se sitúa como la penúltima por la cola tras Extremadura en peor
rendimiento académico y abandono escolar en España.
Durante el boom
de la construcción en la región, miles de jóvenes con escasa formación
escolar se hicieron con mucho dinero, muy rápido. Además de lo que
ganaban, los bancos y cajas les prestaban casi el 150% de las hipotecas. Con el dinero corrían el alcohol, la cocaína, el juego y la prostitución.
“Los
usuarios se muestran muy extrañados de que los voluntarios estemos
dispuestos a hacer algo por los demás gratis. Para ellos, el dinero y la
coca les había supuesto tener siempre amigos, mujeres guapas, toda la
compañía que quisieran. Luego llegó el desamparo, la indigencia, la delincuencia, y, en muchos casos, la soledad absoluta porque ni siquiera los padres querían trato con algunos de ellos”, relata Cristina.
Tanto
J. A. R. como I. J. han aprendido a “ponerle nombre a sus
sentimientos”, “a llorar”, “a no necesitar demostrar que eres el más
hombre” con el tratamiento terapéutico que están recibiendo en Proyecto
Hombre, donde reciben ahora la mitad de la aportación del Gobierno
regional debido a la crisis. Ambos quieren estudiar, sacarse la ESO. I.
J. quiere ser guardia forestal, trabajar en la naturaleza. J. A. R. aspira a un trabajo estable
y poder mirar tranquilamente a su hijo de cuatro años. “Algún día le
explicaré quién ha sido su padre. Para que conozca el mundo”, apunta con
determinación y algo de melancolía mientras muestra orgulloso la imagen
de su hijo montado en un caballo de un carrusel de feria en el móvil.