MURCIA.- Quienes planearon llevar a Ingrid Visser y Lodewijk
Severein hasta una apartada casa rural de El Fenazar de Molina de
Segura, utilizando para ello un ardid, no pretendían discutir con la
pareja las discrepancias que pudieran existir en torno a algún negocio
común. Lo que pretendían era matarlos, según revela hoy 'La Verdad'.
En esa dirección viene apuntando
la investigación desde los primeros momentos y cada elemento que se va
conociendo parece reforzar un poco más esa hipótesis. Así ocurre con los
datos contenidos en la declaración prestada ante la Policía y en el
juzgado de Valencia por uno de los presuntos implicados en el doble
crimen, el exdelegado del club de voleibol Juan Cuenca, que 'La Verdad'
adelantó parcialmente el miércoles y de la que se conocieron nuevos
detalles.
Quizás el más revelador sea el que se refiere al
reconocimiento, por parte del propio Cuenca, de que yendo en su coche de
camino hacia la vivienda rural, acompañado por los dos rumanos a los
que había recogido en Valencia, pararon en un comercio para comprar los
útiles de limpieza que más tarde se utilizaron para borrar los rastros
de sangre.
En concreto, el imputado confesó que había pedido a una
conocida suya, a través de un mensaje de texto, que le comprara cubos de
fregar, lejía, salfumán y bolsas de basura. Cuando la mujer le hizo
saber que no podía hacerlo, Cuenca detuvo el coche a lo largo del
trayecto para adquirir ese material de limpieza.
Un hecho que apunta a que el doble crimen estaría ya
planificado y a que el encuentro preparado para Ingrid y Lodewijk no
tendría otro objetivo, al cabo, que el de depararles la muerte.
Pese a esa circunstancia, Cuenca trató de eludir cualquier
responsabilidad en la ejecución del doble crimen y señaló que cuando los
dos holandeses llegaron a la casa, conducidos por una persona de su
confianza, él abandonó el escenario. Y sostuvo que era el expropietario
del club de voleibol, Evedasto Lifante, quien había preparado el
encuentro y quien estaba previsto que se desplazara hasta el lugar en
las siguientes horas.
Como ya informó el citado periódico, Cuenca afirmó que Lifante y
Severein eran socios en varios negocios, como el comercio de diamantes
entre países del centro de África y Amsterdam (Holanda). El empresario
murciano ha rechazado rotundamente todas estas imputaciones y ha
argumentado que «la única salida (de Juan Cuenca) es tratar de
acusarme».
El imputado, que cumple ya su cuarto día en prisión,
admitió sin embargo que también él tenía problemas con el holandés y que
se sentía amenazado, en apariencia porque éste le reclamaba
explicaciones sobre unas cantidades de dinero que había aportado a
sociedades comunes. Igualmente manifestó tener miedo de Evedasto
Lifante, con quien cortó su relación en 2011.
Refiriéndose tanto a Severein como a Lifante, el presunto
implicado comentó que llevaba tiempo sufriendo llamadas y mensajes
amenazantes y que, incluso, había llegado a recibir un correo
electrónico con la fotografía de una pistola y la palabra inglesa 'Nice'
(bonita).
Cuenca dijo no haber regresado al escenario del crimen
hasta el día siguiente, 14, martes, cuando ya Ingrid y Lodewijk habían
sido asesinados. Entonces habría llevado a los rumanos hasta un huerto
de Alquerías para enterrar los restos.