Comienzo a escribir muy de mañana, cuando apenas se vislumbra el perfil de las cosas. Me gustan los amaneceres porque parecen anunciar algo nuevo, y algo nuevo es la candidatura que hemos creado en nuestra región con el nombre de Asamblea para el Senado.
Ahora me ocupan y preocupan muchas cosas, por mi triple papel de madre, profesora y ciudadana comprometida con este nuevo proyecto. Pero casi todas mis ocupaciones y preocupaciones giran en torno a un mismo problema: el porvenir de nuestros jóvenes, que son la fuerza más vital, la más renovadora, la más capaz de aprender y desarrollar lo aprendido. Me indigna que hayan sido tan olvidados y menospreciados por nuestros gobernantes.
Pienso en los universitarios en paro, pero también en los chicos y chicas que quieren tener una formación profesional y no encuentran una suficiente oferta pública de plazas. Los veo todas las mañanas, cuando voy a darles clase, y temo que si las cosas siguen así no tendrán un trabajo estable y una vida digna.
Nuestros gobernantes hablan con grandilocuencia del potencial de los jóvenes, de una generación sobradamente preparada y que sin embargo no encuentra trabajo. Pero son precisamente los dos grandes partidos con responsabilidades de gobierno, en el Gobierno central y en los autonómicos, quienes han sido corresponsables de la grave situación en la que nos encontramos, al fomentar primero la burbuja inmobiliaria, después los recortes sociales y laborales, y siempre los bajísimos impuestos a los ricos, la banca y las grandes empresas. Por eso, España es ahora el país con más desigualdades de la UE, y nuestra región la Comunidad con más desigualdades de España.
Según la última Encuesta de Población Activa, tenemos la tasa de desempleo más alta de todos los países industrializados. Casi la mitad de nuestros jóvenes están en paro y, lo que es peor, en la más terrible incertidumbre con respecto a su futuro: sin perspectivas de conseguir un empleo, una vivienda, una familia propia, un proyecto personal de vida. El paro juvenil sigue en aumento, sobre todo en las comunidades que alentaron la quimera del ladrillo. En España, casi millón y medio de hogares tienen a todos sus miembros sin trabajo y con dificultades para sobrevivir. En nuestra región, la pobreza y la exclusión social han alcanzado el índice más alto del Estado: el 30%.
Los puestos de trabajo los acaparamos las personas mayores, y aun así nuestros políticos tuvieron la insensata idea de retrasar la edad de jubilación. Muchos mayores seguimos trabajando y luchando por nuestros derechos, cada vez más recortados; nuestras fuerzas no son tantas como las de los jóvenes, pero eso no disminuye nuestra indignación. Por eso, jóvenes y mayores hemos de unirnos para conseguir rescatar nuestra democracia, secuestrada por los mercados. Tienen razón los indignados: «Nosotros no somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros». Pero no basta con indignarse: hay que construir una democracia al servicio de la ciudadanía y eso exige transformar las instituciones. Es preciso que entre todos defendamos con uñas y dientes unos derechos que ha costado mucho tiempo y esfuerzo conseguir.
No queremos vivir en un mundo dominado por el poder del dinero y sometido a la consigna individualista del sálvese quién pueda. Hay que cambiar un sistema que deja fuera a la mayoría de la gente y cuyos políticos sólo piensan en el quítate tú para que me ponga yo.
No basta con resistir, hay que crear algo nuevo. Por eso me presento como candidata de la Asamblea para el Senado. Tenemos que ser los ciudadanos y ciudadanas quienes demos un paso adelante y asumamos la responsabilidad de nuestro destino. No dejemos la política en manos de los grandes partidos, que con sus poderosos aparatos terminan olvidando a la ciudadanía y el compromiso de transparencia que les debe unir con sus representados. Con la Asamblea para el Senado queremos cambiar la manera de hacer política y plantar una nueva semilla para el futuro. Queremos recoger las voces de los que claman por una democracia real. Los políticos corruptos y los aparatos clientelares deben dejar paso a una democracia más transparente y participativa.
Si no ponemos remedio a este estado de cosas, vamos a perder irremisiblemente la enseñanza pública y de calidad, la sanidad universal y gratuita, la atención y protección de nuestros mayores, el derecho a un trabajo digno y a un techo bajo el que cobijarse. Todo ello está en peligro.
Ahora me ocupan y preocupan muchas cosas, por mi triple papel de madre, profesora y ciudadana comprometida con este nuevo proyecto. Pero casi todas mis ocupaciones y preocupaciones giran en torno a un mismo problema: el porvenir de nuestros jóvenes, que son la fuerza más vital, la más renovadora, la más capaz de aprender y desarrollar lo aprendido. Me indigna que hayan sido tan olvidados y menospreciados por nuestros gobernantes.
Pienso en los universitarios en paro, pero también en los chicos y chicas que quieren tener una formación profesional y no encuentran una suficiente oferta pública de plazas. Los veo todas las mañanas, cuando voy a darles clase, y temo que si las cosas siguen así no tendrán un trabajo estable y una vida digna.
Nuestros gobernantes hablan con grandilocuencia del potencial de los jóvenes, de una generación sobradamente preparada y que sin embargo no encuentra trabajo. Pero son precisamente los dos grandes partidos con responsabilidades de gobierno, en el Gobierno central y en los autonómicos, quienes han sido corresponsables de la grave situación en la que nos encontramos, al fomentar primero la burbuja inmobiliaria, después los recortes sociales y laborales, y siempre los bajísimos impuestos a los ricos, la banca y las grandes empresas. Por eso, España es ahora el país con más desigualdades de la UE, y nuestra región la Comunidad con más desigualdades de España.
Según la última Encuesta de Población Activa, tenemos la tasa de desempleo más alta de todos los países industrializados. Casi la mitad de nuestros jóvenes están en paro y, lo que es peor, en la más terrible incertidumbre con respecto a su futuro: sin perspectivas de conseguir un empleo, una vivienda, una familia propia, un proyecto personal de vida. El paro juvenil sigue en aumento, sobre todo en las comunidades que alentaron la quimera del ladrillo. En España, casi millón y medio de hogares tienen a todos sus miembros sin trabajo y con dificultades para sobrevivir. En nuestra región, la pobreza y la exclusión social han alcanzado el índice más alto del Estado: el 30%.
Los puestos de trabajo los acaparamos las personas mayores, y aun así nuestros políticos tuvieron la insensata idea de retrasar la edad de jubilación. Muchos mayores seguimos trabajando y luchando por nuestros derechos, cada vez más recortados; nuestras fuerzas no son tantas como las de los jóvenes, pero eso no disminuye nuestra indignación. Por eso, jóvenes y mayores hemos de unirnos para conseguir rescatar nuestra democracia, secuestrada por los mercados. Tienen razón los indignados: «Nosotros no somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros». Pero no basta con indignarse: hay que construir una democracia al servicio de la ciudadanía y eso exige transformar las instituciones. Es preciso que entre todos defendamos con uñas y dientes unos derechos que ha costado mucho tiempo y esfuerzo conseguir.
No queremos vivir en un mundo dominado por el poder del dinero y sometido a la consigna individualista del sálvese quién pueda. Hay que cambiar un sistema que deja fuera a la mayoría de la gente y cuyos políticos sólo piensan en el quítate tú para que me ponga yo.
No basta con resistir, hay que crear algo nuevo. Por eso me presento como candidata de la Asamblea para el Senado. Tenemos que ser los ciudadanos y ciudadanas quienes demos un paso adelante y asumamos la responsabilidad de nuestro destino. No dejemos la política en manos de los grandes partidos, que con sus poderosos aparatos terminan olvidando a la ciudadanía y el compromiso de transparencia que les debe unir con sus representados. Con la Asamblea para el Senado queremos cambiar la manera de hacer política y plantar una nueva semilla para el futuro. Queremos recoger las voces de los que claman por una democracia real. Los políticos corruptos y los aparatos clientelares deben dejar paso a una democracia más transparente y participativa.
Si no ponemos remedio a este estado de cosas, vamos a perder irremisiblemente la enseñanza pública y de calidad, la sanidad universal y gratuita, la atención y protección de nuestros mayores, el derecho a un trabajo digno y a un techo bajo el que cobijarse. Todo ello está en peligro.
Necesitamos introducirnos en esos organismos ciegos y sordos a nuestras demandas, como hacen los virus (los biológicos y los informáticos), para reprogramarlos y obligarlos a responder ante el clamor de las voces que exigen en la calle una vida más libre y más digna, una sociedad más justa y más poética.
Necesitamos rescatar la democracia de las manos del capital financiero, y eso no lo conseguiremos solo en las calles, sino también en las urnas.
Por eso ha nacido Asamblea para el Senado, por eso estoy comprometida e ilusionada con este proyecto, y por eso animo a toda la ciudadanía murciana a que nos dé su voto, para poner luz y taquígrafos donde ahora reinan oscuras componendas de políticos y banqueros.
(*) Candidata de 'Asamblea para el Senado'