La crisis económica tiene ya una duración de tres años, pues sus inicios se pueden situar en el verano de 2007, cuando estalla la burbuja especulativa inmobiliaria en Estados Unidos y se desencadena el cataclismo provocado por las hipotecas basura. Se agravó en septiembre de 2008 cuando afectó con fuerza a los bancos y el sistema financiero está a punto de derrumbarse, que no cae por la intervención de los gobiernos. La crisis inmobiliaria se transformó en una crisis financiera de una extrema gravedad, a la que ha seguido una gran recesión.
Desde hace un tiempo en las economías desarrolladas ha habido leves recuperaciones, con ritmos diferentes según los países. La recuperación, allí donde se ha producido, es lenta y leve, lo que mantiene la incertidumbre al tiempo que unos niveles de desempleo elevados. A la crisis de la economía real le ha seguido la crisis de la deuda pública y privada, y con posterioridad ha tenido lugar la guerra de divisas.
Ante la cumbre del G-20 en Seúl no se vislumbran señales de acuerdos internacionales capaces de evitar males mayores, y lo que se anuncia es el malestar de determinados países ante la política de Estados Unidos y la consiguiente debilidad del dólar. La devaluación del dólar hace más intensa la guerra de divisas, en la que hay unos perdedores: los países europeos de la zona euro que se encuentran con una moneda fuerte que debilita las exportaciones y favorece las importaciones. La economía española, muy debilitada desde que se desencadenó la crisis, se ve muy perjudicada por esta fortaleza del euro, lo que sin duda debilitará todavía más una posible recuperación.
La situación no es nada fácil y economistas como Roubini, en una entrevista en El País, en el suplemento Negocios del pasado 31 de octubre, anuncia otra posible crisis, e insiste en que al paso que vamos la próxima crisis financiera va a ser aún peor. Nos esperan años dolorosos, dice, por el alto endeudamiento público y privado. Critica con mucha razón al Banco Central Europeo, que con su política demasiado obsesionada por la inflación conduce a un verdadero desastre. Por lo que concierne a la guerra de divisas, advierte de que si el euro llega a 1.60 por dólar no habrá posibilidad de recuperación.
No se puede olvidar que Roubini fue uno de los pocos economistas capaces de predecir la crisis actual, como tuve ocasión de señalar en el artículo anterior, y aunque no se pueda tener la certeza, en el mundo inestable en el que estamos, acerca de que sus predicciones bastantes pesimistas se cumplan, no estaría de más tenerlo en cuenta.
La lectura de su libro escrito conjuntamente con Stephen Mihm “Cómo salimos de ésta” (Destino, 2010) resulta sugerente y acertado en gran parte de sus análisis. La enseñanza que se puede extraer de su lectura es que o cambiamos ya el rumbo de la economía mundial, o si no seguiremos en una etapa de incertidumbre y riesgos permanentes.
Pero Roubini no es el único en plantearnos un panorama un tanto desalentador, sino que en el mismo suplemento, en otra entrevista que se realiza a Carmen Reinhart, de origen cubano, pero que vive desde los 10 años en Estados Unidos, critica la actuación de Alemania porque considera que condena a la Unión Europea a graves problemas.
Esta economista es coautora con Kenneth Rogoff de “This time is different” (Princeton University Press, 2009), una historia de las crisis de los últimos ochocientos años en la que demuestra que esta vez tiene muy poco de diferente. Estima que España al ser un país muy endeudado lo va a tener muy difícil en los próximos dos años. Advierte del peligro en que se sigue encontrando la economía griega, a la que augura una más que probable suspensión de pagos, y ve posible que se produzca también la de algún país del este de Europa, al tiempo que anuncia posibles problemas en Portugal e Irlanda.
Sus pronósticos no se encuentran muy descaminados, pues han vuelto a aparecer ataques especulativos a la economía española, y se ha creado una gran desconfianza hacia la economía de Irlanda. Existe un gran temor a lo que pueda suponer la caída de esta economía y lo que pueda arrastrar tras de sí, entre otras a la economía española. La situación resulta muy delicada y pone de manifiesto la fragilidad del sistema financiero y la vulnerabilidad de determinadas economías. Grandes tormentas se avecinan y todavía no se ha despejado el ambiente de la crisis en la que estamos sumidos.
Ante esta situación se pone de manifiesto la inoperancia de la gobernabilidad internacional y de la Unión Europea (UE). La reunión del G-20 puede significar otra decepción más, y se observa con preocupación que, ante la gravedad de los problemas existentes, sigue habiendo una falta de coordinación internacional, y no digamos dentro de la UE. Cada país trata de salvarse a sí mismo, sin contemplar que esa actitud puede ser perjudicial para el conjunto y para ellos mismos.
En el mismo suplemento del diario El País encontramos un artículo de la que ha sido hasta septiembre presidenta del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, la profesora de la Universidad de California Christina D. Romer, en el que plantea con claridad meridiana que este no es el momento de reducir el déficit. Así, considera que países como Grecia y otros de la periferia euro ya no pueden adquirir préstamos a unos tipos asequibles.
Los países que disfrutan de la confianza de los mercados -Estados Unidos, Francia y Alemania- tienen razones para esperar y deben desempeñar una función esencial como fuentes de crecimiento y demanda para la economía mundial. El reforzamiento de estas economías contribuirá a evitar que el mundo se precipite hacia otra recesión y permitirá una curación continuada de los mercados financieros vulnerables en los Estados Unidos y en el extranjero.
En suma, seguimos metidos en grandes turbulencias económicas, y la crisis está lejos de resolverse. Aunque no existen remedios milagrosos para arreglar los enormes desaguisados creados por el modelo de crecimiento y por gran parte del sistema financiero, sí se deben tomar medidas que atenúen los efectos perversos. Conviene leer y hacer caso a economistas de prestigio, que sin ser heterodoxos, sí hacen propuestas que se salen de la ortodoxia en la que hemos vivido en los últimos años, y a la que se quiere volver. Los cambios son cada vez más urgentes si no queremos meternos en una espiral de riesgos y sobresaltos continuos.
Ante la cumbre del G-20 en Seúl no se vislumbran señales de acuerdos internacionales capaces de evitar males mayores, y lo que se anuncia es el malestar de determinados países ante la política de Estados Unidos y la consiguiente debilidad del dólar. La devaluación del dólar hace más intensa la guerra de divisas, en la que hay unos perdedores: los países europeos de la zona euro que se encuentran con una moneda fuerte que debilita las exportaciones y favorece las importaciones. La economía española, muy debilitada desde que se desencadenó la crisis, se ve muy perjudicada por esta fortaleza del euro, lo que sin duda debilitará todavía más una posible recuperación.
La situación no es nada fácil y economistas como Roubini, en una entrevista en El País, en el suplemento Negocios del pasado 31 de octubre, anuncia otra posible crisis, e insiste en que al paso que vamos la próxima crisis financiera va a ser aún peor. Nos esperan años dolorosos, dice, por el alto endeudamiento público y privado. Critica con mucha razón al Banco Central Europeo, que con su política demasiado obsesionada por la inflación conduce a un verdadero desastre. Por lo que concierne a la guerra de divisas, advierte de que si el euro llega a 1.60 por dólar no habrá posibilidad de recuperación.
No se puede olvidar que Roubini fue uno de los pocos economistas capaces de predecir la crisis actual, como tuve ocasión de señalar en el artículo anterior, y aunque no se pueda tener la certeza, en el mundo inestable en el que estamos, acerca de que sus predicciones bastantes pesimistas se cumplan, no estaría de más tenerlo en cuenta.
La lectura de su libro escrito conjuntamente con Stephen Mihm “Cómo salimos de ésta” (Destino, 2010) resulta sugerente y acertado en gran parte de sus análisis. La enseñanza que se puede extraer de su lectura es que o cambiamos ya el rumbo de la economía mundial, o si no seguiremos en una etapa de incertidumbre y riesgos permanentes.
Pero Roubini no es el único en plantearnos un panorama un tanto desalentador, sino que en el mismo suplemento, en otra entrevista que se realiza a Carmen Reinhart, de origen cubano, pero que vive desde los 10 años en Estados Unidos, critica la actuación de Alemania porque considera que condena a la Unión Europea a graves problemas.
Esta economista es coautora con Kenneth Rogoff de “This time is different” (Princeton University Press, 2009), una historia de las crisis de los últimos ochocientos años en la que demuestra que esta vez tiene muy poco de diferente. Estima que España al ser un país muy endeudado lo va a tener muy difícil en los próximos dos años. Advierte del peligro en que se sigue encontrando la economía griega, a la que augura una más que probable suspensión de pagos, y ve posible que se produzca también la de algún país del este de Europa, al tiempo que anuncia posibles problemas en Portugal e Irlanda.
Sus pronósticos no se encuentran muy descaminados, pues han vuelto a aparecer ataques especulativos a la economía española, y se ha creado una gran desconfianza hacia la economía de Irlanda. Existe un gran temor a lo que pueda suponer la caída de esta economía y lo que pueda arrastrar tras de sí, entre otras a la economía española. La situación resulta muy delicada y pone de manifiesto la fragilidad del sistema financiero y la vulnerabilidad de determinadas economías. Grandes tormentas se avecinan y todavía no se ha despejado el ambiente de la crisis en la que estamos sumidos.
Ante esta situación se pone de manifiesto la inoperancia de la gobernabilidad internacional y de la Unión Europea (UE). La reunión del G-20 puede significar otra decepción más, y se observa con preocupación que, ante la gravedad de los problemas existentes, sigue habiendo una falta de coordinación internacional, y no digamos dentro de la UE. Cada país trata de salvarse a sí mismo, sin contemplar que esa actitud puede ser perjudicial para el conjunto y para ellos mismos.
En el mismo suplemento del diario El País encontramos un artículo de la que ha sido hasta septiembre presidenta del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, la profesora de la Universidad de California Christina D. Romer, en el que plantea con claridad meridiana que este no es el momento de reducir el déficit. Así, considera que países como Grecia y otros de la periferia euro ya no pueden adquirir préstamos a unos tipos asequibles.
Los países que disfrutan de la confianza de los mercados -Estados Unidos, Francia y Alemania- tienen razones para esperar y deben desempeñar una función esencial como fuentes de crecimiento y demanda para la economía mundial. El reforzamiento de estas economías contribuirá a evitar que el mundo se precipite hacia otra recesión y permitirá una curación continuada de los mercados financieros vulnerables en los Estados Unidos y en el extranjero.
En suma, seguimos metidos en grandes turbulencias económicas, y la crisis está lejos de resolverse. Aunque no existen remedios milagrosos para arreglar los enormes desaguisados creados por el modelo de crecimiento y por gran parte del sistema financiero, sí se deben tomar medidas que atenúen los efectos perversos. Conviene leer y hacer caso a economistas de prestigio, que sin ser heterodoxos, sí hacen propuestas que se salen de la ortodoxia en la que hemos vivido en los últimos años, y a la que se quiere volver. Los cambios son cada vez más urgentes si no queremos meternos en una espiral de riesgos y sobresaltos continuos.
(*) Carlos Berzosa es catedrático de Economía y rector de la Universidad Complutense