Francisco Poveda
Lo más grave de todo es que la globalización está orillando inexorablemente a Murcia en su conjunto. Con una sociedad citrícola, envejecida y mentalmente desfasada, ya no se va a ninguna parte en la Sociedad del Conocimiento. Pero insistimos en seguir dejando que impongan su criterio, su estrategia y sus intereses los sectores sociales menos competitivos, definitivamente despreciables, y más ignorantes de nuestra sociedad. Craso error por abdicación. Así nos va y la que nos espera.
Dentro de un lustro, la Región habrá retrocedido, de hecho, 40 años atrás mientras la emigración autóctona habrá vuelto a aparecer con toda su fuerza aunque ahora a nivel de murcianos mucho más formados y cualificados. Nuestros jóvenes más exigentes ya no tienen nada que hacer aquí. Vistas todas las estadísticas comparativas y su inexorable tendencia en la Región de Murcia, mejor plantearse hacia donde se marchan y como, antes de que sea tarde. Ya no se puede ni poner un bar.
La crisis mundial, sólo en ciernes, nos dejará a su salida con encefalograma plano como territorio y sociedad diferenciados. Sigamos por el camino de derrochar esfuerzo y nuestro escaso recurso en actividades lúdicas, onerosas, fuera de estrategia y no rentables. Ya lo lamentaremos dentro de muy poco cuando nos falte hasta para cuestiones esenciales, como la educación obligatoria o la sanidad pública. Ya hoy no podemos hacer frente a numerosos pagos a proveedores de las administraciones públicas locales y regional.
¿Hasta cuando nos vamos a seguir engañando a nosotros mismos? Olvidamos el triste ejemplo de una Cartagena, ensimismada, que hace 25 años que no levanta cabeza. O una Calasparra, de Berlanga, que te transporta al franquismo pre-desarrollista. Toda la Región acabará siendo como Mula: recreándose llena de moscas en el ciervismo decimonónico. En el mejor de los casos, como Cartagena, parada en su viejo esplendor minero y preindustrial. Hoy, ambas, puras estatuas de sal, cada una a su nivel. Si clausuran la base naval, Cartagena bajaría al nivel de Gaza.
El ritmo y suerte del desempleo por un modelo económico incapaz de evolucionar por gripado, no deja lugar a muchas dudas. Esa falsa calidad de vida, de la que tanto alardeamos como idiotas por no conocer otras cosas mejores, que existen sin duda y muy cerca, no se corresponde con otra calidad formativa, laboral o profesional. Y eso complica bastante un horizonte no migratorio para los murcianos minimamente exigentes y con ciertas aspiraciones de verdadero progreso material, cultural y espiritual.
De cualificación moral y ética, mejor no hablar esta vez. Todo lo que hoy huele a murciano apesta para los de fuera por la sensación de estar ante unos tramposos compulsivos. Esa es, al menos, la imagen percibida en la mayor parte de España (por no hablar ya del complejo burocrático de Bruselas) y parece bastante arduo despejarla. Una verdadera ruina de reputación con tanta 'Tótem.
Son ya mayoría en nuestro país quienes nos han dejado por imposibles cuando hemos sido un pueblo que, históricamente, había venido siendo de los más ejemplares de toda España desde el XVIII. Todo eso ha desaparecido, no queda nada. En un cuarto de siglo hemos mudado a un estereotipo de sociedad envilecida, pagando eso sí, justos por pecadores. Porque todos los murcianos no somos así aunque los perfiles de la masa induzcan a pensar todo lo contrario.
Nuestra estética vigente es indefendible y así lo debe haber entendido San Esteban para haber arrojado la toalla ante esa batalla perdida de antemano. El invento hace aguas por todas partes: modelo educativo, universitario, industrial, político, financiero, judicial, hídrico, empresarial, sindical, turístico, religioso... Casi nada se salva o es salvable. Urge reinventarlo absolutamente todo.
Lo vamos a pasar mal si creemos que las soluciones a los problemas que nosotros mismos hemos creado nos van a venir de fuera en base a echar la culpa de todo al manchego 'insolidario' y al Zapatero de turno; por cierto, otro que ya no nos hace ni caso con toda la razón. No somos ni representamos casi nada en el conjunto nacional. Hemos conseguido que nos obvien porque aburrimos con nuestra pedigüeña y cansina cantinela trasvasista monotemática.
Esta tierra se apaga sola por méritos propios. Nos hemos estancado en el 2,5% en todo, dentro del conjunto de España. Pero es que a nivel cualitativo, nuestras clases dirigentes, obsoletas, nos han colocado bajo cero en influencia neta tras inyectarnos un voluntarismo hilarante. Nos han dejado sin interlocutores válidos allí donde podíamos hacer valer nuestros derechos. Por no tener, no tenemos ni proyecto estratégico como territorio autónomo y por eso surgen iniciativas trasnochadas, como la de una nueva provincia, para que aquellos aparenten lo que no son.
Ahora vamos a recoger bien el fruto de haber dejado tanto tiempo la cosa pública en manos de mentes tan 'despejadas' como la de los Hernández Ros, Collados, María Antonias y Valcárceles. Sigamos por esa senda que nos ha ido 'tan bien'. Cambiemos luego a Saura y que siga la racha. Estamos ante un galería de pobres hombres y de una pobre mujer, incapaces de hacer pié más allá de la Venta del Olivo. Murcia no cuenta ni en Albacete, no digamos en Barcelona o Bilbao.
Con toda la serie de indocumentados y pícaros que se han alzado aquí con el santo y la limosna, todo el enorme esfuerzo colectivo hecho en la segunda mitad del siglo XX no nos servirá de nada. La Región de Murcia, forzada a afrontar un reto para la que no está preparada, lleva camino del tercer mundo, aunque permanezca en territorio de la Unión Europea, como unas Hurdes pero del siglo XXI. Cada vez que sale una estadística comparativa de progreso, quedamos muy mal parados. Siempre hacia abajo, dios mío. Y sin solución de continuidad.
Mientras, se sigue entreteniendo a las buenas gentes, y otras no tanto, con autobombos y bombos mutuos entre mediocres, proyectos faraónicos ficticios, inversiones foráneas inexistentes, un agua ajena que realmente no necesitamos al tener almacenada mucha más en el subsuelo, romerías jolgóricas, delirios de grandeza, eventos estériles para encandilar... Nadie quiere entrar ya ni de obispo de Cartagena (la Iglesia nunca abandona a sus príncipes) visto el trato denigrante dispensado al purpurado saliente. Tendrán ahora que obligar a venir a alguien a cambio de la promesa de un ascenso a medio plazo tras sufrir al fundamentalista local.
Hemos destruido del todo el modelo económico, pervertido casi toda la Universidad, corrompido a parte de nuestra juventud (tan 'católicos' y tan líderes en abortos), hemos echado a perder a nuestra propia burocracia municipal y autonómica, hemos explotado a seres humanos, como los inmigrantes, neutralizado a los sindicatos financiando sus vicios para convertirlos en sutiles esquiroles institucionales, hemos convertido a la pobre y aburrida prensa local en una caricatura preñada de tongos y con noticias que denotan la depreciación de toda una sociedad, proliferan y prosperan personajes públicos sin principios, que luego se exhiben en procesiones... todo una catástrofe porque no somos conscientes de albergar con eso una mentalidad suicida como colectivo.
El sistema, además, está cautivo de una gerontocracia, codiciosa y egoista, con demencia senil, que ya no funciona. Somos incapaces de mirar hacia delante porque hemos dilapidado nuestro reciente pasado. Hemos convertido la vida diaria en un guiñol manejado a su antojo por un personaje siniestro (el calvo de la baraja) rodeado de un sanedrín masónico no menos precisado de asistencia médica, especializada en salud mental.
Estamos en manos de unos locos en la sombra que, para mayor tragedia, se creen unos genios de la política de altura. Y así hemos bajado de nivel y de aprecio. En cuanto a verdadera autoestima, supongo que más bien depresivos casi todos los demás al salir cada mañana de nuestra diaria resaca de tanta sinrazón y falta de la más mínima expectativa en un mundo mutante, para cuya resultante no nos hemos procurado ni la más mínima carta de navegación.
Por eso murciano puede convertirse muy pronto en sinónimo de náufrago de todo y de nada. Un desastre total.