Este proceso es no sólo inevitable, sino la consecuencia típica de toda crisis sectorial. Después de un impacto negativo en una industria siempre se produce una reestructuración. El resultado, generalmente, es que las empresas más fuertes salen fortalecidas y las menos, se quedan por el camino.
La Historia ha demostrado una y otra vez que los cambios que se avecinan no serán pequeños. El Fondo Monetario Internacional ha estudiado más de 120 crisis bancarias que se han producido en los últimos 35 años. Su conclusión es ilustrativa. De media, más del 30% de los bancos existentes con anterioridad a la crisis terminan desapareciendo de una u otra forma.
En la crisis americana de los 80 desaparecieron unos 1.000 bancos; en la asiática de los 90 similar fortuna tuvieron más del 40% de los bancos de Indonesia y Corea del Sur; en Rusia, el 30% también cerró después de su crisis de 1998. La Historia también nos dice que generalmente son bancos pequeños y regionales los más afectados.
Dos son las complicaciones específicas que se plantearán en la reforma en Europa con respecto a experiencias anteriores. Una es regulatoria. En el pasado, todas las crisis eran esencialmente nacionales, con soluciones coordinadas por autoridades de un país y, cuando fuera necesario, pagadas con fondos fundamentalmente nacionales (o provenientes de organismos como el FMI).
La segunda es de integración. Estas crisis se producían dentro de mercados esencialmente únicos e integrados. En contra, el mercado bancario europeo no es ninguna de las dos cosas. Peor aún, en los últimos meses se ha segmentado mucho más por fronteras nacionales, incluso dentro de la zona euro y los gobiernos nacionales han tomado importantes participaciones accionariales en un amplio número de ellos.
Mirando hacia el futuro, la reestructuración del sector bancario debería seguir unas pautas muy claras. En primer lugar, debe buscar el mejor proyecto a futuro. El objetivo no es salvar ninguna entidad concreta, sino conseguir las mejores empresas financieras. Las concentraciones y adquisiciones deben regirse por criterios de solvencia y rentabilidad. No es hora de amiguismos, localismos, ni favoritismos. Toca buscar el mejor proyecto empresarial de futuro. Tampoco es hora de nacionalismos.
Esto nos lleva al segundo criterio: debe ser no discriminatorio.El sector bancario europeo está aún muy fragmentado. Existe concentración doméstica en alguno de los pequeños países, pero hay mucho margen para su consolidación en banca comercial, sobre todo en los países grandes, incluido España, y por supuesto más allá de las fronteras nacionales en Europa. Un proceso de consolidación debe producirse.
La consolidación deber realizarse sin discriminaciones, y menos por la nacionalidad de los compradores. Es más importante que el comprador y el proyecto futuro sea el mejor posible que la nacionalidad. La entrada de capital público en muchas entidades levanta más dudas sobre la aplicación de ese criterio. Si, como ya hemos dicho, las crisis bancarias se garantizan por una alta intermediación pública, cuando los gobiernos son adicionalmente accionistas estas dudas se multiplican.
Tercero, deben realizarse con criterios de transparencia hacia depositantes, prestamistas, accionistas y la sociedad en su conjunto.Incluso en las transacciones privadas debe existir una transparencia adicional. Al fin y al cabo, los depósitos están garantizados por todos nosotros. En estos procesos, tiene una obligación especial el supervisor para velar por la seguridad del sistema y de los involucrados.
Cuarto, se debe hacer con responsabilidades para los gestores. Ya hemos reconocido que probablemente en algunos de los procesos de consolidación se tenga que recurrir al apoyo de las autoridades e incluso a la inyección de dinero público. Esto hace aún más necesaria la transparencia. Pero también la exigencia a los responsables anteriores. A los gestores, en la medida que hubiera negligencia; a los prestamistas, por no medir bien su riesgo; y, por supuesto, a los administradores y accionistas, sean quienes sean.
La confianza es la esencia del sistema bancario y su buen funcionamiento es esencial para el de la economía. Durante este proceso de reestructuración que se avecina no debemos olvidar estos dos principios que tanto hemos echado de menos en el último año.Por su relevancia en nuestro sistema económico es particularmente importante asegurarnos de que la reforma del sector bancario para el futuro se hace cumpliendo esos criterios.
*José Manuel Campa es profesor en la IESE Business School
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