Recensión del libro de Rohan Gunaratna, Inside Al Qaeda. Global Network of Terror (considerado como uno de los mayores estudiosos del terrorismo internacional, además de asesor de anti-terrorismo para varios gobiernos). Descripción del fenómeno Al Qaeda, con propuestas para su derrota definitiva y puntualizaciones del recensor.
Rohan Gunaratna, profesor en la University of St. Andrew´s, en Escocia, considerado como uno de los mayores estudiosos del terrorismo internacional, ha producido con Inside Al Qaeda. Global Network of Terror ("Dentro al-Qa´ida. Una red global del terror"), una obra presentada en la contraportada como "definitiva". La pretensión -si nos referimos a la descripción del fenómeno- no es excesiva, y Gunaratna, que es asesor de varios gobiernos y de la Organización de las Naciones Unidas, ha tenido acceso a un gran número de expedientes reservados relacionados con al-Qa´ida, también participando personalmente al interrogatorio de miembros de la organización detenidos en varios países, antes y después del 11 de septiembre de 2001.
Utiliza además publicaciones clandestinas de al-Qa´ida a las que no muchos estudiosos tuvieron acceso, como la Enciclopedia de la Jihad Afgana, un texto de alrededor de siete mil páginas, y el volumen de reflexiones, en árabe, publicado clandestinamente en Londres por el editor Al-Sharq al-Awsat en diciembre de 2001 con el título Caballeros bajo la bandera del Profeta. Meditaciones sobre el movimiento jihadista, que comprende las reflexiones del médico egipcio Ayman al-Zawahiri, número dos de al-Qa´ida, sobre el futuro del movimiento tras el 11-S.
El retrato que se desvela no es confortador. Al-Qa´ida, según Gunaratna, constituye un movimiento cualitativamente y cuantitativamente distinto de todos los grupos terroristas que la historia reciente ha conocido. Bien lejos de ser esa realidad marginal que algunos estudiosos del fundamentalismo islámico -deseosos sobre todo de contestar la posición sobre el punto de la CIA y de la administración estadounidense- habían creído poder describir en la década de los noventa, al-Qa´ida aparece como la mayor organización terrorista que la historia haya conocido, con un número de agentes -varias decenas de miles, aunque las estimaciones sean objeto de controversias-, armas y disponibilidades financieras paragonables no tanto a las cifras de movimientos terroristas del pasado cuanto a las posibilidades de un pequeño -pero bien armado- Estado contemporáneo.
Mientras el pasado ha conocido grupos terroristas controlados por Estados, al-Qa´ida aspira -y lo había conseguido, en el caso de Afganistán- a ser un grupo terrorista que controla Estados. En lo referente a su líder, "entre los jefes terroristas contemporáneos, Osama ben Laden no tiene iguales [...]. Primeramente, es el único líder en haber construido un grupo terrorista verdaderamente multinacional, que puede golpear en cualquier parte del mundo [...]. En segundo lugar, se ha construido un seguimiento popular en el mundo islámico, y es objeto de casi veneración en ambientes musulmanes de Asia, África y Oriente Medio, y entre los emigrantes de la primera y segunda generación en América, Europa y Australia": Gunaratna explica, por ejemplo, que el setenta por cien de los niños nacidos en poblada ciudad nigeriana de Kano entre el 11-S y el fin del mismo año han sido llamados "Osama", y que investigaciones demoscópicas revelan en todo el mundo islámico una popularidad de ben Laden superior a la de los líderes políticos locales.
Esta popularidad se traduce en un contínuo flujo de financiaciones, las cuales se añaden a las importantes contribuciones de organizaciones caritativas internacionales islámicas cuyas cúpulas simpatizan por al-Qa´ida o están -muy a menudo- infiltradas, así que la fortuna personal de ben Laden contribuye sólo en parte minoritaria a la solidez financiera de la organización, que además descansa asimismo sobre un sistema internacional de fraudes a las sociedades de tarjetas de crédito, mientras parece que ben Laden, a diferencia de los talibanes afganos, haya siempre rechazado su participación en el tráfico de drogas.
La historia de al-Qa´ida es en gran parte conocida y la reconstrucción de Gunaratna es tan detallada y atenta al particular -nos ofrece, por ejemplo, el número de teléfono satelitar usado por años por ben Laden y los nombres de los hoteles donde pernoctaron los principales agentes de al-Qa´ida en sus viajes- que por momentos resulta difícil su lectura, también porque algunos de los protagonistas utilizan un exorbitante número de nombres falsos -más de cuarenta en el caso de Ramzi Ahmed Yousef-, consiguiendo confundir -si no los servicios secretos que les siguen la pista- al menos al lector medio del tomo. Algunos particulares son dignos de reseñarse. Por ejemplo, Gunaratna considera probable que el cuarto objetivo -fallido- de la operación del 11-S fuera la Casa Blanca, y estima cierto que el mismo día solamente la clausura del aeropuerto londinense de Heathrow con alguna hora de antelación respecto a las previsiones de al-Qa´ida, tras los atentados de Nueva York y Washington, haya impedido a un grupo de terroristas, ya preparados para el embarque en el vuelo Londres-Manchester, secuestrar el avión y estrellarlo contra el Parlamento británico.
De la obra se desprende que los hechos del 11-S han sido reconstruidos hasta en los particulares, y que al-Qa´ida ha aprendido de sus errores pasados. En efecto, la organización de ben Laden no es infalible y sus enemigos no son desprevenidos: si al-Qa´ida ha conseguido en la década de los noventa a llevar a cabo algunos atentados espectaculares, otros que habrían sido mucho más letales han sido impedidos. En particular, Gunaratna llama la atención sobre el denominado Oplan Bojinka, un plan que debería haberse realizado en 1995 y que preveía la explosión en el aire, el mismo día, de once aviones de líneas estadounidenses y el contemporáneo asesinato del presidente de los Estados Unidos William Jefferson "Bill" Clinton y del Papa Juan Pablo II; y sobre el atentado que debería haber golpeado el aeropuerto internacional de Los Ángeles en ocasión de las celebraciones del 31 de diciembre de 1999.
Ambos fueron impedidos con las detenciones de algunos entre los candidatos ejecutores suicidas antes que pusieran en práctica sus propósitos, provocadas -según Gunaratna- por el hecho que se trataba de activistas más bien visibles -por lo tanto, vigilables- del fundamentalismo islámico radical, muchos de ellos con antecedentes penales específicos. En el caso del 11-S, en cambio, la mayoría de los terroristas no tenía antecedentes penales y les había sido ordenado no frecuentar grupos fundamentalistas, ni mezquitas, ni leer el Corán o rezar en público. El jefe de la operación del 11-S, Mohammed Atta (1968-2001), hijo de un afamado abogado egipcio, era más bien conocido como un estudiante que se había licenciado en 1999 con mención de honor en urbanística en Hamburgo con una tesis sobre la recuperación del centro histórico de Aleppo y tenía una brillante carrera ante sí.
Por otro lado, parece que al-Qa´ida tiene constantemente preparados un centenar de distintos proyectos terroristas, realizando solamente tres o cuatro al año con decisiones tomadas rápidamente por una pequeña "cúpula" de jefes: ben Laden, el ideólogo del movimiento al-Zawahiri además de responsable de la organización, el palestino Abu Zubaydah, y el comandante militar, ex-policía egipcio Muhammad Atef (1944-2001); No obstante Zubaydah ha sido capturado por los servicios estadounidenses en Paquistán el 28 de marzo de 2002, y Atef ha muerto en Afganistán, en ambos casos perjudicando seriamente a al-Qa´ida.
En lo referente a la ideología, Guanaratna propone algunas interesantes reflexiones sobre el carácter a la vez utópico y concreto de las tesis elaboradas por ben Laden y al-Zawahiri. Por otra parte, el objetivo declarado es la restauración de un único califato para la entera umma musulmana; este fin supone el derrocamiento de los regímenes corruptos que no aplican o aplican parcialmente la shari´a en los países con mayoría islámica, lo cual es posible sólo haciéndoles faltar la protección que les garantizan los EE.UU., los cuales deberían ser inducidos a retirarse de éstos países por la amenaza de un terrorismo que los persigue hasta el corazón de América.
A quien observe que el objetivo es utópico, al-Qa´ida contesta que "[...] todo ocurre según la voluntad de Dios"; asimismo la operación 11-S, afirma al-Zawahiri, "[...] se consiguió gracias a la ayuda de Dios, no a nuestra eficacia o poder". Por otro lado, el macro-proyecto del califato es contínuamente micro-traducido en una serie de objetivos intermedios que, por muy difícil que sea su realización, no son políticamente imposibles y en parte ya han sido alcanzados: derrocamiento de regímenes específicos, creación de enclaves controlados por al-Qa´ida y por sus aliados en zonas remotas de Paquistán -donde, según Gunaratna, todavía se encontraría ben Laden-, de Indonésia y Filipinas, etc. El éxito de al-Qa´ida también está asegurado por el universalismo pan-islámico de ben Laden, que contra enemigos comunes ha conseguido hacer colaborar musulmanes fundamentalistas y tradicionalistas, y también sunníes y chiítas; además, no sin que ello fuera un elemento de fricción con los talibanes, radicalmente anti-chiítas: se trata de una dialéctica que -según Gunaratna- habría podido ser mejor explotada por los enemigos del terrorista de origen saudí.
Antes bien, afirma Gunaratna, el principal apoyo militar y de inteligencia al sunní ben Laden viene hoy del Irán chiíta, no de Irak, por lo tanto una política estadounidense que privilegiara el ataque a Irak sería, según el estudioso, totalmente desacertada.
Queda confirmado que, contrariamente a una difundida opinión popular, los objetivos de al-Qa´ida así como son percebidos por sus dirigentes y por sus miembros son de naturaleza religiosa: "Osama jamás ha interpretado el islam como si estuviera al servicio de un objetivo político específico. Es el Islam su objetivo político"; por lo cual, vistos desde fuera, "Osama y Zawahiri no son hombres de Dios sino políticos sedientos de poder"; la distinción entre el elemento religioso y el político no tiene sentido dentro de al-Qa´ida pero Gunaratna propone utilizarla en una propaganda exterior que cuestione su mito: operación cuyo éxito en los países islámicos es todo lo contrario que descontado.
El estudioso también desmiente la existencia, para la gran mayoría de los militantes de al-Qa´ida, de móviles económicos; En su mayoría los terroristas proceden de familias acomodadas y han recibido una buena instrucción, y en al-Qa´ida reciben "sueldos" modestísimos: es ejemplar el caso de Omar Sheikh, el terrorista responsable del asesinato del periodista del Wall Street Journal Daniel Pearl (1963-2002), hijo de empresarios emigrados a Inglaterra y estudiante en la London School of Economics.
Según Gunaratna, los movimientos fundamentalistas islámicos -que prefiere llamar "islamistas" - se dividen en cuatro tipos: revolucionarios, ideológicos, utópicos y apocalípticos. Los primeros, los "revolucionarios" , cuyo tipo lo constituye Hamas, practican la violencia al servicio de objetivos precisos políticamente alcanzables; los segundos, los "ideológicos", justifican la violencia sistemática con un discurso ideológico coherente que exalta su valor pedagógico y religioso, según una ideología que sería típica del teórico fundamentalista sudanés Hassan Turabi y sería practicada por los Hizbolá en Líbano; los terceros, los "utópicos", entienden derrocar el orden mundial existente para reemplazarlo con un nuevo orden mundial islámico: de ellos son ejemplos los talibanes y al-Qa´ida misma en una de sus primeras fases de desarrollo; finalmente los "apocalípticos" creen en el valor de la violencia global que debería conducir a un apocalípsis islámico, única condición para la restauración del califato.
Sólo dos grupos -al-Qa´ida y el GIA, el Grupo Islámico Armado, argelino -serían en este sentido "apocalípticos", aunque Gunaratna precise que el adjetivo no es usado en el sentido corriente en la sociología de las religiones para indicar una verdadera y propia espera del fin del mundo, un elemento cuyo presencia en al-Qa´ida sigue siendo objeto de debates y preguntas a los cuales el estudioso tiende a dar una respuesta negativa. En lo referente al GIA, el mismo ben Laden ha denunciado su violencia gratuita contra enteras aldeas musulmanas -exprimiéndose en términos particularmente severos contra los repetidos episodios de violencia carnal- y ha favorecido en 1998 la escisión del GSPC, el Grupo Salafita para la Predicación y el Combate, que hoy es el representante del network de al-Qa´ida en Argelia y está también presente clandestinamente en Francia y en Italia.
¿Qué hacer contra al-Qa´ida? A corto plazo la respuesta, según Gunaratna, puede ser solamente militar y de inteligencia. No se deben subestimar los éxitos conseguidos por los servicios occidentales en impedir operaciones de al-Qa´ida -que por lo tanto no es invencible- y favorecer asimismo una mejor cooperación entre los servicios de los distintos países. Por ejemplo, el secuetro de aviones de línea para que se estrellen contra edifícios-simbolo habrían podido ser previstos, según el estudioso, mediante una mejor colaboración entre servicios franceses y estadounidenses, ya que los primeros conocían como el objetivo de los terroristas del GIA -que en la noche de Navidad de 1994 habían secuestrado un avión de la Air France despegado de Argel- era el de estrellarlo contra la Torre Eiffel: durante una escala para repostar en Marsella, el plan fue evitado por repartos especiales de la Gendarmería francesa, que asaltaron el avión matando a todos los terroristas.
A medio plazo, según Gunaratna, derrotar a al-Qa´ida significa romper la red de simpatía y de complicidad de las que disfruta en el mundo islámico en general y fundamentalista en particular. A diferencia de muchos sociólogos, Gunaratna no distingue particularmente entre fundamentalismo "neo-tradicionalista" -que en general no utiliza medios violentos- y "radical", no sólo porque el fin de su estudio no es el análisis del fundamentalismo, sino porque de su documentación se desprenden continuamente contactos entre al-Qa´ida y exponentes de grupos que otros denominarían "neo-tradicionalistas", como, ejemplo paradigmático, los Hermanos Musulmanes. "La pregunta -escribe Gunaratna- tiene que ser planteada: al-Qa´ida es coránica o herética?"; El estudioso opina evidentemente que la respuesta vaya en el sentido de la herejía, aunque la argumentación sea sumaria. El problema que Gunaratna tiene presente no es teológico, sino estratégico: como ganar la guerra contra al-Qa´ida -y contra el fundamentalismo en general- utilizando a la vez instrumentos militares e "ideológicos", como según su opinión se consiguió con éxito con el comunismo durante la Guerra Fría. El estudioso hace votos para que se manifiesten, a medio plazo, "autorizados religiosos" del islam en grado de pronunciarse autorizadamente al menos contra el terrorismo. Gunaratna admite que hasta el momento no se han encontrado "[...] antecedentes tradicionales, garantías de seguridad o incentivos" para favorecer semejantes pronunciamientos, pero no desespera que se puedan encontrar en el futuro, mientras considera inútiles las declaraciones de verdaderos o supuestos expertos occidentales del islam, puntualmente ridiculizadas en los países a mayoría islámica.
Esto lo empuja a mirar, por encima del medio, al largo plazo en el cual, para favorecer el afloramiento de un simposio de autoridades internacionales islámicas que esté autorizado ante las masas musulmanas y condene el terrorismo, Occidente debería hacer su parte para solucionar los nudos no resueltos como los de Palestina, Chechenia y Kashmir.
Se trata, en gran parte, de consideraciones llenas de sentido común, pero al mismo tiempo de una problemática enorme, que quizás no toca a los expertos de anti-terrorismo solucionar: por ejemplo, ¿quién podría tener la autoridad para declarar al-Qa´ida "herética" en una religión como el islam? ¿Quién podría convocar un concilio de "autorizados religiosos", y como elegirlos? Si esta, como cree Gunaratna, es la única verdadera solución final del problema al-Qa´ida, no nos queda por el momento otra cosa que concentrarnos en las soluciones intermedias y reforzar las medidas de prevención militares y de inteligencia, seguros que al-Qa´ida en este momento ya se prepara para atacar otra vez.
Massimo Introvigne (director del Centro Studi Sulle Nuove Religioni y dirigente nacional de Alleanza Cattolica, y T. Ángel Expósito Correa)
Lleva más de una década siguiéndoles la pista y por eso, a día de hoy, Rohan Gunaratna, de 42 años, es el hombre que más sabe de Al Qaeda. Licenciado en relaciones internacionales, budista, originario de Sri Lanka y afincado en Singapur, su interés por el terrorismo nació cuando investigaba en su tierra natal a los Tigres Tamiles a finales de los 80. Aquella experiencia lo llevó al Pakistán de 1993 tras los pasos de los terroristas que se apiñaban en torno a Bin Laden.
Sus entrevistas con un total de 200 componentes y sus investigaciones sobre la financiación del nuevo movimiento le hicieron sospechar que estaba ante el germen de un serio problema. Pero el punto de inflexión lo marcó la destrucción por los talibanes de las estatuas gigantes de Buda en Bamiyán en marzo de 2001. Aunque el 11 de septiembre de 2001 parecía impensable, intuyó que algo muy grave podía estar a punto de ocurrir. Por entonces trabajaba como investigador de la oficina de Prevención del Terrorismo de Naciones Unidas.
En la actualidad es profesor en el Instituto para la Defensa y los Estudios Estratégicos de la Universidad de Nanyang, en Singapur, y ha escrito Inside Al Qaeda, el libro más completo sobre el grupo, además de otros seis sobre terrorismo.
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Rohan Gunaratna, profesor en la University of St. Andrew´s, en Escocia, considerado como uno de los mayores estudiosos del terrorismo internacional, ha producido con Inside Al Qaeda. Global Network of Terror ("Dentro al-Qa´ida. Una red global del terror"), una obra presentada en la contraportada como "definitiva". La pretensión -si nos referimos a la descripción del fenómeno- no es excesiva, y Gunaratna, que es asesor de varios gobiernos y de la Organización de las Naciones Unidas, ha tenido acceso a un gran número de expedientes reservados relacionados con al-Qa´ida, también participando personalmente al interrogatorio de miembros de la organización detenidos en varios países, antes y después del 11 de septiembre de 2001.
Utiliza además publicaciones clandestinas de al-Qa´ida a las que no muchos estudiosos tuvieron acceso, como la Enciclopedia de la Jihad Afgana, un texto de alrededor de siete mil páginas, y el volumen de reflexiones, en árabe, publicado clandestinamente en Londres por el editor Al-Sharq al-Awsat en diciembre de 2001 con el título Caballeros bajo la bandera del Profeta. Meditaciones sobre el movimiento jihadista, que comprende las reflexiones del médico egipcio Ayman al-Zawahiri, número dos de al-Qa´ida, sobre el futuro del movimiento tras el 11-S.
El retrato que se desvela no es confortador. Al-Qa´ida, según Gunaratna, constituye un movimiento cualitativamente y cuantitativamente distinto de todos los grupos terroristas que la historia reciente ha conocido. Bien lejos de ser esa realidad marginal que algunos estudiosos del fundamentalismo islámico -deseosos sobre todo de contestar la posición sobre el punto de la CIA y de la administración estadounidense- habían creído poder describir en la década de los noventa, al-Qa´ida aparece como la mayor organización terrorista que la historia haya conocido, con un número de agentes -varias decenas de miles, aunque las estimaciones sean objeto de controversias-, armas y disponibilidades financieras paragonables no tanto a las cifras de movimientos terroristas del pasado cuanto a las posibilidades de un pequeño -pero bien armado- Estado contemporáneo.
Mientras el pasado ha conocido grupos terroristas controlados por Estados, al-Qa´ida aspira -y lo había conseguido, en el caso de Afganistán- a ser un grupo terrorista que controla Estados. En lo referente a su líder, "entre los jefes terroristas contemporáneos, Osama ben Laden no tiene iguales [...]. Primeramente, es el único líder en haber construido un grupo terrorista verdaderamente multinacional, que puede golpear en cualquier parte del mundo [...]. En segundo lugar, se ha construido un seguimiento popular en el mundo islámico, y es objeto de casi veneración en ambientes musulmanes de Asia, África y Oriente Medio, y entre los emigrantes de la primera y segunda generación en América, Europa y Australia": Gunaratna explica, por ejemplo, que el setenta por cien de los niños nacidos en poblada ciudad nigeriana de Kano entre el 11-S y el fin del mismo año han sido llamados "Osama", y que investigaciones demoscópicas revelan en todo el mundo islámico una popularidad de ben Laden superior a la de los líderes políticos locales.
Esta popularidad se traduce en un contínuo flujo de financiaciones, las cuales se añaden a las importantes contribuciones de organizaciones caritativas internacionales islámicas cuyas cúpulas simpatizan por al-Qa´ida o están -muy a menudo- infiltradas, así que la fortuna personal de ben Laden contribuye sólo en parte minoritaria a la solidez financiera de la organización, que además descansa asimismo sobre un sistema internacional de fraudes a las sociedades de tarjetas de crédito, mientras parece que ben Laden, a diferencia de los talibanes afganos, haya siempre rechazado su participación en el tráfico de drogas.
La historia de al-Qa´ida es en gran parte conocida y la reconstrucción de Gunaratna es tan detallada y atenta al particular -nos ofrece, por ejemplo, el número de teléfono satelitar usado por años por ben Laden y los nombres de los hoteles donde pernoctaron los principales agentes de al-Qa´ida en sus viajes- que por momentos resulta difícil su lectura, también porque algunos de los protagonistas utilizan un exorbitante número de nombres falsos -más de cuarenta en el caso de Ramzi Ahmed Yousef-, consiguiendo confundir -si no los servicios secretos que les siguen la pista- al menos al lector medio del tomo. Algunos particulares son dignos de reseñarse. Por ejemplo, Gunaratna considera probable que el cuarto objetivo -fallido- de la operación del 11-S fuera la Casa Blanca, y estima cierto que el mismo día solamente la clausura del aeropuerto londinense de Heathrow con alguna hora de antelación respecto a las previsiones de al-Qa´ida, tras los atentados de Nueva York y Washington, haya impedido a un grupo de terroristas, ya preparados para el embarque en el vuelo Londres-Manchester, secuestrar el avión y estrellarlo contra el Parlamento británico.
De la obra se desprende que los hechos del 11-S han sido reconstruidos hasta en los particulares, y que al-Qa´ida ha aprendido de sus errores pasados. En efecto, la organización de ben Laden no es infalible y sus enemigos no son desprevenidos: si al-Qa´ida ha conseguido en la década de los noventa a llevar a cabo algunos atentados espectaculares, otros que habrían sido mucho más letales han sido impedidos. En particular, Gunaratna llama la atención sobre el denominado Oplan Bojinka, un plan que debería haberse realizado en 1995 y que preveía la explosión en el aire, el mismo día, de once aviones de líneas estadounidenses y el contemporáneo asesinato del presidente de los Estados Unidos William Jefferson "Bill" Clinton y del Papa Juan Pablo II; y sobre el atentado que debería haber golpeado el aeropuerto internacional de Los Ángeles en ocasión de las celebraciones del 31 de diciembre de 1999.
Ambos fueron impedidos con las detenciones de algunos entre los candidatos ejecutores suicidas antes que pusieran en práctica sus propósitos, provocadas -según Gunaratna- por el hecho que se trataba de activistas más bien visibles -por lo tanto, vigilables- del fundamentalismo islámico radical, muchos de ellos con antecedentes penales específicos. En el caso del 11-S, en cambio, la mayoría de los terroristas no tenía antecedentes penales y les había sido ordenado no frecuentar grupos fundamentalistas, ni mezquitas, ni leer el Corán o rezar en público. El jefe de la operación del 11-S, Mohammed Atta (1968-2001), hijo de un afamado abogado egipcio, era más bien conocido como un estudiante que se había licenciado en 1999 con mención de honor en urbanística en Hamburgo con una tesis sobre la recuperación del centro histórico de Aleppo y tenía una brillante carrera ante sí.
Por otro lado, parece que al-Qa´ida tiene constantemente preparados un centenar de distintos proyectos terroristas, realizando solamente tres o cuatro al año con decisiones tomadas rápidamente por una pequeña "cúpula" de jefes: ben Laden, el ideólogo del movimiento al-Zawahiri además de responsable de la organización, el palestino Abu Zubaydah, y el comandante militar, ex-policía egipcio Muhammad Atef (1944-2001); No obstante Zubaydah ha sido capturado por los servicios estadounidenses en Paquistán el 28 de marzo de 2002, y Atef ha muerto en Afganistán, en ambos casos perjudicando seriamente a al-Qa´ida.
En lo referente a la ideología, Guanaratna propone algunas interesantes reflexiones sobre el carácter a la vez utópico y concreto de las tesis elaboradas por ben Laden y al-Zawahiri. Por otra parte, el objetivo declarado es la restauración de un único califato para la entera umma musulmana; este fin supone el derrocamiento de los regímenes corruptos que no aplican o aplican parcialmente la shari´a en los países con mayoría islámica, lo cual es posible sólo haciéndoles faltar la protección que les garantizan los EE.UU., los cuales deberían ser inducidos a retirarse de éstos países por la amenaza de un terrorismo que los persigue hasta el corazón de América.
A quien observe que el objetivo es utópico, al-Qa´ida contesta que "[...] todo ocurre según la voluntad de Dios"; asimismo la operación 11-S, afirma al-Zawahiri, "[...] se consiguió gracias a la ayuda de Dios, no a nuestra eficacia o poder". Por otro lado, el macro-proyecto del califato es contínuamente micro-traducido en una serie de objetivos intermedios que, por muy difícil que sea su realización, no son políticamente imposibles y en parte ya han sido alcanzados: derrocamiento de regímenes específicos, creación de enclaves controlados por al-Qa´ida y por sus aliados en zonas remotas de Paquistán -donde, según Gunaratna, todavía se encontraría ben Laden-, de Indonésia y Filipinas, etc. El éxito de al-Qa´ida también está asegurado por el universalismo pan-islámico de ben Laden, que contra enemigos comunes ha conseguido hacer colaborar musulmanes fundamentalistas y tradicionalistas, y también sunníes y chiítas; además, no sin que ello fuera un elemento de fricción con los talibanes, radicalmente anti-chiítas: se trata de una dialéctica que -según Gunaratna- habría podido ser mejor explotada por los enemigos del terrorista de origen saudí.
Antes bien, afirma Gunaratna, el principal apoyo militar y de inteligencia al sunní ben Laden viene hoy del Irán chiíta, no de Irak, por lo tanto una política estadounidense que privilegiara el ataque a Irak sería, según el estudioso, totalmente desacertada.
Queda confirmado que, contrariamente a una difundida opinión popular, los objetivos de al-Qa´ida así como son percebidos por sus dirigentes y por sus miembros son de naturaleza religiosa: "Osama jamás ha interpretado el islam como si estuviera al servicio de un objetivo político específico. Es el Islam su objetivo político"; por lo cual, vistos desde fuera, "Osama y Zawahiri no son hombres de Dios sino políticos sedientos de poder"; la distinción entre el elemento religioso y el político no tiene sentido dentro de al-Qa´ida pero Gunaratna propone utilizarla en una propaganda exterior que cuestione su mito: operación cuyo éxito en los países islámicos es todo lo contrario que descontado.
El estudioso también desmiente la existencia, para la gran mayoría de los militantes de al-Qa´ida, de móviles económicos; En su mayoría los terroristas proceden de familias acomodadas y han recibido una buena instrucción, y en al-Qa´ida reciben "sueldos" modestísimos: es ejemplar el caso de Omar Sheikh, el terrorista responsable del asesinato del periodista del Wall Street Journal Daniel Pearl (1963-2002), hijo de empresarios emigrados a Inglaterra y estudiante en la London School of Economics.
Según Gunaratna, los movimientos fundamentalistas islámicos -que prefiere llamar "islamistas" - se dividen en cuatro tipos: revolucionarios, ideológicos, utópicos y apocalípticos. Los primeros, los "revolucionarios" , cuyo tipo lo constituye Hamas, practican la violencia al servicio de objetivos precisos políticamente alcanzables; los segundos, los "ideológicos", justifican la violencia sistemática con un discurso ideológico coherente que exalta su valor pedagógico y religioso, según una ideología que sería típica del teórico fundamentalista sudanés Hassan Turabi y sería practicada por los Hizbolá en Líbano; los terceros, los "utópicos", entienden derrocar el orden mundial existente para reemplazarlo con un nuevo orden mundial islámico: de ellos son ejemplos los talibanes y al-Qa´ida misma en una de sus primeras fases de desarrollo; finalmente los "apocalípticos" creen en el valor de la violencia global que debería conducir a un apocalípsis islámico, única condición para la restauración del califato.
Sólo dos grupos -al-Qa´ida y el GIA, el Grupo Islámico Armado, argelino -serían en este sentido "apocalípticos", aunque Gunaratna precise que el adjetivo no es usado en el sentido corriente en la sociología de las religiones para indicar una verdadera y propia espera del fin del mundo, un elemento cuyo presencia en al-Qa´ida sigue siendo objeto de debates y preguntas a los cuales el estudioso tiende a dar una respuesta negativa. En lo referente al GIA, el mismo ben Laden ha denunciado su violencia gratuita contra enteras aldeas musulmanas -exprimiéndose en términos particularmente severos contra los repetidos episodios de violencia carnal- y ha favorecido en 1998 la escisión del GSPC, el Grupo Salafita para la Predicación y el Combate, que hoy es el representante del network de al-Qa´ida en Argelia y está también presente clandestinamente en Francia y en Italia.
¿Qué hacer contra al-Qa´ida? A corto plazo la respuesta, según Gunaratna, puede ser solamente militar y de inteligencia. No se deben subestimar los éxitos conseguidos por los servicios occidentales en impedir operaciones de al-Qa´ida -que por lo tanto no es invencible- y favorecer asimismo una mejor cooperación entre los servicios de los distintos países. Por ejemplo, el secuetro de aviones de línea para que se estrellen contra edifícios-simbolo habrían podido ser previstos, según el estudioso, mediante una mejor colaboración entre servicios franceses y estadounidenses, ya que los primeros conocían como el objetivo de los terroristas del GIA -que en la noche de Navidad de 1994 habían secuestrado un avión de la Air France despegado de Argel- era el de estrellarlo contra la Torre Eiffel: durante una escala para repostar en Marsella, el plan fue evitado por repartos especiales de la Gendarmería francesa, que asaltaron el avión matando a todos los terroristas.
A medio plazo, según Gunaratna, derrotar a al-Qa´ida significa romper la red de simpatía y de complicidad de las que disfruta en el mundo islámico en general y fundamentalista en particular. A diferencia de muchos sociólogos, Gunaratna no distingue particularmente entre fundamentalismo "neo-tradicionalista" -que en general no utiliza medios violentos- y "radical", no sólo porque el fin de su estudio no es el análisis del fundamentalismo, sino porque de su documentación se desprenden continuamente contactos entre al-Qa´ida y exponentes de grupos que otros denominarían "neo-tradicionalistas", como, ejemplo paradigmático, los Hermanos Musulmanes. "La pregunta -escribe Gunaratna- tiene que ser planteada: al-Qa´ida es coránica o herética?"; El estudioso opina evidentemente que la respuesta vaya en el sentido de la herejía, aunque la argumentación sea sumaria. El problema que Gunaratna tiene presente no es teológico, sino estratégico: como ganar la guerra contra al-Qa´ida -y contra el fundamentalismo en general- utilizando a la vez instrumentos militares e "ideológicos", como según su opinión se consiguió con éxito con el comunismo durante la Guerra Fría. El estudioso hace votos para que se manifiesten, a medio plazo, "autorizados religiosos" del islam en grado de pronunciarse autorizadamente al menos contra el terrorismo. Gunaratna admite que hasta el momento no se han encontrado "[...] antecedentes tradicionales, garantías de seguridad o incentivos" para favorecer semejantes pronunciamientos, pero no desespera que se puedan encontrar en el futuro, mientras considera inútiles las declaraciones de verdaderos o supuestos expertos occidentales del islam, puntualmente ridiculizadas en los países a mayoría islámica.
Esto lo empuja a mirar, por encima del medio, al largo plazo en el cual, para favorecer el afloramiento de un simposio de autoridades internacionales islámicas que esté autorizado ante las masas musulmanas y condene el terrorismo, Occidente debería hacer su parte para solucionar los nudos no resueltos como los de Palestina, Chechenia y Kashmir.
Se trata, en gran parte, de consideraciones llenas de sentido común, pero al mismo tiempo de una problemática enorme, que quizás no toca a los expertos de anti-terrorismo solucionar: por ejemplo, ¿quién podría tener la autoridad para declarar al-Qa´ida "herética" en una religión como el islam? ¿Quién podría convocar un concilio de "autorizados religiosos", y como elegirlos? Si esta, como cree Gunaratna, es la única verdadera solución final del problema al-Qa´ida, no nos queda por el momento otra cosa que concentrarnos en las soluciones intermedias y reforzar las medidas de prevención militares y de inteligencia, seguros que al-Qa´ida en este momento ya se prepara para atacar otra vez.
Massimo Introvigne (director del Centro Studi Sulle Nuove Religioni y dirigente nacional de Alleanza Cattolica, y T. Ángel Expósito Correa)
ROHAN GUNARATNA Asesor de la ONU para temas relacionados con el terrorismo islamista. Consultor de gobiernos europeos y americanos. Analista de The New York Times, la BBC, Le Monde. Rohan Gunaratna, el hombre que predijo con escalofriante exactitud el atentado de Madrid y el mayor experto en Al Qaeda. |
Lleva más de una década siguiéndoles la pista y por eso, a día de hoy, Rohan Gunaratna, de 42 años, es el hombre que más sabe de Al Qaeda. Licenciado en relaciones internacionales, budista, originario de Sri Lanka y afincado en Singapur, su interés por el terrorismo nació cuando investigaba en su tierra natal a los Tigres Tamiles a finales de los 80. Aquella experiencia lo llevó al Pakistán de 1993 tras los pasos de los terroristas que se apiñaban en torno a Bin Laden.
Sus entrevistas con un total de 200 componentes y sus investigaciones sobre la financiación del nuevo movimiento le hicieron sospechar que estaba ante el germen de un serio problema. Pero el punto de inflexión lo marcó la destrucción por los talibanes de las estatuas gigantes de Buda en Bamiyán en marzo de 2001. Aunque el 11 de septiembre de 2001 parecía impensable, intuyó que algo muy grave podía estar a punto de ocurrir. Por entonces trabajaba como investigador de la oficina de Prevención del Terrorismo de Naciones Unidas.
En la actualidad es profesor en el Instituto para la Defensa y los Estudios Estratégicos de la Universidad de Nanyang, en Singapur, y ha escrito Inside Al Qaeda, el libro más completo sobre el grupo, además de otros seis sobre terrorismo.